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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CARBÓNICO

 

Palo al paro. Corona de laurel al empleo. Nunca en la historia democrática de Huelva, el problema de la falta de trabajo nos maltrató con tanta saña. Jamás. La creación de puestos laborales en nuestra ciudad genera ansiedad. Del mismo modo que la creciente destrucción de los mismos provoca una creciente angustia. En este contexto de desesperación por el presente laboral, social y económico, debemos ser especialmente cautos a la hora de opinar. Muy precavidos y muy sesudos.

 

En diversas ocasiones me he significado públicamente en el apoyo a los trabajadores del Polo Químico. No obstante, siempre me pregunté si acertaba en mi posición a tenor de las contraindicaciones que esta tesis arrostraba. El territorio urbano, que sí, que es urbano, que se extiende desde el muelle del Tinto hasta el monumento a Colón, es de una belleza admirable. Una auténtica legua de oro. Sin embargo, la naturaleza idílica de esta zona ha sido abducida por las fuerzas económicas de la potente, aunque perversa, industria química. En los años sesenta, los onubenses creyeron que las fábricas que enfrentaban nuestra hermosa ría eran un don de ésta. Como si el Nilo que fertiliza Egipto fueran esas horribles instalaciones fabriles. A fuer de dar las vueltas a la realidad, llegaron a vendernos la burra de que la ría se beneficiaba del progreso industrial y no de que este desarrollo malsano se cargaba la hermosura de este entrante de mar en nuestra costa. Eso ocurrió hace medio siglo.

 

A cambio de la mentira de décadas, se nos graciaba con empleos. Un pequeño maná que compensaba las escuálidas aspiraciones laborales de una ciudad tan desgraciada que terminó siendo víctima del síndrome de Estocolmo de su atonía mental. Qué buenos son los empresarios químicos que colocan a la gente de Huelva. Ilusos todos. Esa coartada continúa estrangulando en el segundo decenio del siglo veintiuno a una población que no acaba de desperezarse. Mientras surjan voces en defensa del Polo, la antigua Onuba no se despojará de su costra secular de servidumbre y de autoabandono.

 

En estos momentos, a la vista del paro que nos roba el alma, de la política indecente de la Junta de Despilfarradores, del entreguismo de los sindicatos y de la desconfianza general en los políticos, mi tesis sigue en pie. Por pocos que sean los trabajadores que permanecen, conserven ese pájaro en mano. El mañana de las espléndidas posibilidades de riqueza material que alberga la zona de nuestra ría deberá demorarse. Postergarse, sí. Renunciar a ello, no. Sería el suicidio definitivo de una población que ha de luchar contra sí misma para emular, en lo bueno, la capacidad emprendedora de nuestros vecinos de Sevilla y de Cádiz.

 

Ello no obstante, pateemos el suelo de la realidad que no nos gusta. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático viene alertando sobre el efecto invernadero que aumenta como consecuencia de la emisión ascendente de dióxido de carbono. El problema afecta sobremanera a nuestro medio. En este sentido, urge tomar medidas reductoras. Si hay que almacenar bajo tierra, hágase cuanto antes. Cueste lo que cueste porque en mucho tiempo no se hallarán fuentes de energía más limpias y eficientes. Como para permitir que el monstruo oleoso de Balboa atraviese sinuoso nuestra sierra, nuestra campiña y zambulla su cabeza en las aguas de la Punta del Sebo. Venga ya. A falta de pan, buenas son tortas. Lo que pasa es que de estas bofetadas crueles, los onubenses ya hemos recibido raciones de empacho. Alguna vez será llegada la hora de la calidad.

 

En cualquier caso, seguiremos en el furgón de cola. El almacenamiento de CO2 será el mal menor. La atmósfera seguirá sangrando con el carbónico que se lanza a sus cielos. Los pobladores de esta tierra culta aunque apenas se cultive, masticaremos el veneno ambiental. Y si no, penetrará a través de nuestras fosas nasales. Del mal no nos libra ni la caridad. Eso sí, IU nos prometerá el oro y el moro. Ja. La palabra de la coalición izquierdona vale lo mismo que el voto a Petronila Guerrero. Dinero. Poder. Influencia. Gases. Las limonadas, para los patrones. El ácido para los obreros. Lo de siempre. Este carbónico no es el de las gaseosas.

 

De disfrutar de un Gobierno valiente, entendido y capaz, el corto plazo señalaría la fecha de desmantelamiento del vertedero químico, la recolocación justa e inmediata de sus trabajadores y la puesta en marcha de un ambicioso plan de regeneración ambiental, económica, social y cultural de nuestra ciudad. Riquezas a granel. Así se justificaría la acción política. Demasiado pedir a Griñán y compañía.


 

Un saludo.

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