MIR PARES DE RUBALCABAS
Lo digo con toda la seriedad. Rubalcaba es un tipo listo. Incluso inteligente. Bellaco en grandes dosis. Ofidio cuando viene al punto, quelonio si a su fortuna interesa y lagartija al sol que más calienta. El contacto con el suelo engendra vicios y adapta presiones. Hombre de costumbres oscuras, sonríe como las hienas y se escurre entre los dedos como el mercurio de los termómetros antiguos. Peligroso ser por lo que urde, letal en base a lo que conspira y desleal por lo expeditivo de sus métodos en apariencia melifluos. Mas sólo en apariencia. Su mordedura puede conducir a la muerte. Con la misma celeridad que calumnia al PP llamándole asesino. Con impar pericia cuando dice que los profesores deberían pasar por una especie de MIR, como los médicos, o de FIR como los farmacéuticos. Un PIR, en este caso. Lo que sabe.
Estoy de acuerdo con la idea, miren ustedes. En 1967, en plena decadencia de la dictadura franquista, el ministro de Educación de Franco -un hombre de una preparación extraordinaria, pues colaborar con la dictadura exigía una gigantesca altura intelectual, en contraposición a la escuálida talla académica del zapaterismo ramplón- implantó el llamado Plan de 1967. Ese Plan puso las bases pedagógicas y científicas más sólidas que jamás tuvo el magisterio español. Sin duda fue así, por mucho que los defensores de la Institución Libre de Enseñanza, entre los que me encuentro, quieran mitificar la leyenda de las bondades republicanas. El mejor plan educacional lo llevó a cabo Franco. Guste o no, fue así. Los talibanes de la memoria histórica debieran tener en cuenta algunas de estas cositas, inscritas, es verdad, en un despreciable régimen sin libertades.
El Plan del 67 estableció, para los maestros de entonces, que accedían a la carrera tras aprobar el Bachillerato Superior, una suerte de diplomatura de tres años de duración, de los cuales el tercero era absolutamente práctico y precisaba, para ser superado, aprobar unos durísimos exámenes. Los maestros alcanzaron tal madurez cognoscitiva y, sobre todo, tamaños recursos pedagógicos, que sus frutos perduran hasta nuestros días. Aquellos maestros en formación percibían, además, una remuneración económica mensual que, en aquellas fechas, era equiparable al actual salario mínimo interprofesional. No se llamaba MIR pero hacía sus veces. Calidad educativa al servicio del pueblo. A partir de ahí, la cosa fue degenerando hasta llegar los lodos presentes.
El pérfido Rubalcaba quiere, pues, que el profesorado entre en el ámbito de los MIR. Y le pregunto: ¿acaso va a ser Gabilondo el impulsor de esta nueva estrategia de distracción que, al fin y al cabo, no es otra cosa? ¿Cómo va a pagar a los profesores, si su partido tira por la cloaca los miles de millones de euros que algunos golfos se embolsan para su propio beneficio? ¿De dónde va a sacar el dinero con cinco millones de parados a los que hay que subsidiar? ¿De qué arcas va a extraer el pecunio si la prosperidad económica se divorció hace años de un país al que él ha contribuido a arruinar? Por último: ¿de dónde saca la mala leche que le lleva a mentir tan desaforadamente y de manera tan convincente para muchos?
Recomiendo al señor Zapatero que, antes de irse con viento fresco, establezca una verdadera alianza de educación. No de civilizaciones, que de estupideces ya basta. Alianza de educación. Pero antes un consejo. Comience por instituir un MIR para políticos. De una legislatura completa. Con unos requisitos previos: diez años como trabajador; cinco años como empresario; una carrera universitaria; y así. Después de estos requerimientos, la praxis. Una legislatura controlada. Un salario mínimo de aprendizaje. Es que la ley del embudo les gusta como si ellos la hubieran ideado. Lo ancho para el PSOE. Lo estrecho, para los ciudadanos.
El MIR político hubiera impedido que este presidente se encaramara, ni por asomo, al pedestal que ocupa. Y hubiera evitado que Leire, Bibiana, José Blanco, Petronila, Mario Jiménez y otros de su cuerda estuvieran donde, para nuestra desgracia, se hallan. Mir pares de sinvergüenzas.
Un saludo.
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