LEÑA DEL ÁRBOL CAIDO
Las elecciones municipales quedaron atrás. Ya ni siquiera me acuerdo de la campaña. Mítines que generaban mentiras y glosas de aversión que llenaban las concentraciones. Todo pasó. Algunos cosecharon la calidad de su siembra. Otros recolectaron la maldad de sus semillas. Todo se reduce, en definitiva, al resultado.
La derrota del Partido Socialista ha sido de época. Un descalabro que todos admiten pero cuya responsabilidad eluden. Las circunstancias son las culpables y no la impericia ni la impotencia. Nadie tiene la culpa. Si acaso el viento, que diría Zapatero en uno de sus más tristes alardes de plagio intelectual. En Huelva, la candidata ha sufrido una derrota tan estrepitosa como inenarrable. Dije, y lo mantengo, que no volveré a nombrar a la señora que, todavía, preside la Diputación. Es árbol reventado por el rayo del voto. Hacer leña de madera derruida es un acto que atenta contra mis principios. Nunca sentí inquina ni malquerencia ni saña hacia esta señora. Jamás mostré la menor ojeriza hacia su persona por más que criticara con encono su antipática actividad política. Cayó el personajillo público. Se mantiene la mujer. Bienvenida al bosque del pueblo. Lo que importa es la institución.
Sí, y sí, expreso mi convencimiento de que en ese falso olimpo de los dioses de barro del chalet del Conquero, se debe hacer una buena tala. Un amplio cortafuegos. Los miles de euros gastados en adquisiciones superfluas incendian los ánimos de millones de personas que no llegan a fin de mes. El despilfarro en festines y banquetes, el derroche en vehículos oficiales y dietas faraónicas, la contratación a dedo de centenares de amiguetes y tantas otras barbaridades antidemocráticas deben ser guillotinadas de un solo tajo. Los culpables, porque lo son, debieran tomar el camino del ostracismo y atravesar el desierto de ganarse el pan con el sudor de su frente. Hasta ahora, se han instalado en el lujo y en el destete, en la farándula y en la piscina ajena. Llegada es la hora de la retribución por sus vicios.
De la fracasada aspirante a la alcaldía de Huelva no haré mención expresa. De Mario Jiménez, sí. Su incapacidad para crear es parangonable a su avidez por trepar. Cuanto más alto, más se aleja del hacha. Desde la copa de la palmera, el batacazo será más doloroso. Si cae, dónde aposentará su vida. Cuál es el destino laboral que le aguarda. Qué oficio dejó. Listo es como para saber que la tabla de su salvación es el partido. De él depende y por él vive. Es duro no tener donde caerse muerto. Podría haber aprendido la lección que los ciudadanos de Huelva le han dado. Mas no. Erre que erre. La banda cambia el semblante pero no modifica la actitud. Si no, de qué iban a temer tanto.
Mario es el paradigma de la juventud nini: ni lucha ni trabaja ni aprende ni se avergüenza de ello. Ese árbol tiene raíces intrusas. Es un vegetal arbustivo que, antes que cortar, hay que enderezar. Es difícil pero su juventud permite creer en la posibilidad. Otra cosa es que se deje. Vivir torcido es preferible, para algunos, a convivir enhiesto.
Un saludo.
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