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Francisco Velasco. Abogado e historiador

GORBURU TIENE LAS MANOS LLENAS DE SANGRE

López Peña es Thierry. Thierry es un histórico de ETA. ETA es una banda terrorista y asesina que negocia con el Gobierno de Zapatero. Zapatero es un político sin entrañas que firma las actas con las manos llenas de la sangre de las víctimas. Las víctimas de los etarras no son los muertos, los heridos, sus familiares y amigos. No. Todo el pueblo padece el dolor por los que murieron a causa de una bomba lapa, de un tiro en la nuca o de qué importa el modo.

 

  El Gobierno de Zapatero mantiene contactos con ETA. Colabora con ETA. A ETA se doblega. ETA se lava las manos en el orín de los negociadores de Zapatero. El secreto es a voces. El presidente busca en su madriguera un hueco por donde escapar a su destino de renegado. No lo encuentra. No puede hallar la paz quien sólo persigue su guerra. Indulta y amnistía, según le indique su infierno mental. Anima e impulsa a golpe de espirales de odio. Se emboza en la bandera blanca de la tregua mientras ondea el rojo fajín de la sangre derramada. Condena la muerte en Irak y alaba el asesinato en Libia. Lo de Zapatero es odio. Odio y rencor. Venganza que se pierde entre los orificios de sus discursos ebrios de luto.

 

 En vísperas de las elecciones generales de 2008, Eguiguren parece haber garantizado a Josu Ternera que Batasuna volvería a la vida política y que la policía reduciría su presencia en los controles. El Faisán voló porque el Gobierno colaboró con banda armada. Y al hacerlo, traicionó al Estado de derecho. Y al perpetrar tan atroz delito, clavó el arpón envenenado en el pecho de la policía española. Un instante infinito. Un ilimitado milímetro. El oxímoron permanente de la contradicción perenne del Psoe. El Psoe de Felipe que se coaliga con los que enterraron vivos a los ocho mil soldados iraquíes que se cobijaban en sus trincheras. Qué risa de sangre. La sangre de Irak, Felipe, no admite la menor sonrisa.

 

Libia no es Irak. La sangre de los muertos colorea los suelos y enrojece los techos. Colorá la sangre. La caterva del Psoe aúlla. Ellos son la izquierda. La de los trabajadores en paro. La de los soldados en el hospital. La de los enfermos arrinconados. La de los estudiantes sin faro. La de los españoles fragmentados.  Zapatero no tiene las riendas de su vida y menos la de la patria. Rubalcaba maneja los hilos del títere hispano. Chacón aguarda, ladina y voraz. Pretende el gran bocado. Mientras, los hampones cierran bocas y ciegan vidas. Metralleta en mano, disparan a matar. A los etarras, no. A los enemigos, tampoco. Los proyectiles son de fuego amigo. Hoy se clavan en el pecho de los policías que detienen a los asesinos de ETA y mañana se venden a los sicarios de Gadafi.

 

Las manos de Zapatero están llenas de sangre. Su alma, plena de odio. Odio en la sangre. La herencia de Zapatero es inmensa. El odio arrasa al amor y la memoria se agota en su inteligencia corta. La sangre roja de los muertos y heridos acabará bañando a los homicidas. Y a sus cómplices. Y a los que, en base a una coartada imposible, ofrecen libertad a los que libertades arrebatan. A la calle. Desde el primero al último. Antes, a la cárcel. Por sus manos llenas de sangre. Las de Gorburu. Cabeza Roja. Cabeza del Gobierno. ETA mata pero no miente. Gorburu lo sabe. Niega la veracidad de las actas. El cobarde reniega mil veces. Las mismas que se mancha con la sangre de los asesinados por ETA. Cobarde Gorburu.

 

Un saludo.

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