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Francisco Velasco. Abogado e historiador

NO DEJES PARA MAÑANA...

 

 Lo que ayer pudiste hacer. Las encuestas otorgan una generosa mayoría al partido de Rajoy. Sin hacer ruido. Evitando discursos polémicos. Desechando presiones. Se cae solo, decía. Lo pasivo se ha elevado a la categoría de inactivo. Y lo activo, al nivel de negativo.

 

Rajoy se daba cuenta de que el funámbulo se desplazaba por el cable equivocado. Por muy volatinero que se sea, el error de cálculo cuesta la vida al trapecista más experto. ZP es un acróbata de salón. Camina por las alturas sobre autopistas y, como el mago Simón, nos quiere transmitir el falso milagro de que su deambular por los cielos es una cualidad divina. En su obsesión por ser reconocido como deidad, el circense despreció el recorte de la autopista hasta convertirse en una fina soga de alambre. En estos casos, ya no cabe el engaño. Bajo los pies sólo queda el débil suelo de metal feble y el abismo. El tortazo está cantado. Zapatero, a tus zapatos. Hacerse pasar por lo contrario de lo que se es, representa el meridiano cero de un mundo ilusorio. A la derecha, el oriente puede llevarte a la alucinación. Por la izquierda, cabe la recuperación si la rectificación conlleva volver sobre los pasos equivocados.

 

Zapatero pierde las encuestas. La vergüenza política la extravió hace muchos años. Al menos desde que el 11-M le regaló unas pasarelas mecánicas para colarse en La Moncloa. Y todo ello, a causa de su enfermiza voluntad de ser el más listo de la clase a pesar de saberse uno  de los más mediocres entre sus compañeros de aula. La meta que se plantea como extremo imposible, recaba la idea de que si se alcanza, nunca será a través de la exposición de las virtudes individuales. Muy al contrario. Sólo se logrará al socaire de la inserción humilde en el colectivo ganador y, agotados los caballos percherones que tiran del carro, ofrecerse como palafrenero del nuevo líder. Y así, hasta que una crisis interna devalúe al equino principal y, en su lugar, tome asiento el jamelgo más despreciado. Con suave aspecto de garañón, la caballería imposible accedió al rango increíble.

 

Resulta difícil aprender cuando el intelecto no da para muchos espacios. Más complicado resulta si uno se siente único y las recomendaciones externas se rechazan con claros mohínes de desprecio. El empeño de ser más, siendo menos, provoca enfermedades irreversibles. Zapatero pudo haber admitido la crisis. En su momento. Pudo rectificar. Al poco. Mintió sobre el lobo. Muchas veces. Debió aceptar el diagnóstico de los gurús económicos pero antepuso ganar la lid electoral de 2008 a la asunción de medidas drásticas. Ganar y ganar.

 

Si Zapatero hubiese adoptado las medidas en el momento político oportuno, hubiera dispuesto de tiempo para enderezar, aunque fuere un poco, el rumbo de esta nave triste. De aquellos polvos, estos lodos. Las encuestas anuncian descalabro. El penco nunca será brioso corcel. Acaso aproveche la oportunidad inédita. Sin embargo, el remendón a lo que más puede aspirar es a ser Manolo Blachnik por un rato. Un rato corto.

 

El equilibrio es cualidad cuando resulta muy estable. Si es inestable, el equilibrio tiene los pesos tan descompensados, que el edificio cae derrumbado. Como el Gobierno. Y lo que es peor, como la economía.

 

Un saludo.

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