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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL CORAJE DEL CAUDILLO CHÁVEZ

 

 

  He leído el Auto dictado por Eloy Velasco, titular del Juzgado nº 6 de la Audiencia Nacional. El contenido se incluye entre los que este articulista califica de rocoso, rotundo, contundente, exhaustivo e impermeable. El magistrado habla de indicios contra el Gobierno de Hugo Chávez por haber tejido cierta alianza de ETA con las FARC. Fíjense bien: indicios.

  Mientras el juez hace momentáneo mutis por el foro, el Gobierno de Zapatero entra en escena. Sus primeras palabras, de sorpresa. Las segundas, para pedir explicaciones al señor Chávez. El guión concede el turno, acto seguido, al interpelado presidente venezolano. Don Hugo, que así se llama el antiguo coronel golpista, ha de responder. Así consta en el libreto de la obra. La pregunta es: ¿responderá Chávez?

  Si el presidente bolivariano nada tiene que ver con la acusación, deberá expresarse en ese sentido. Nada sé y nada conozco sobre este tema, bastará con tan breve mensaje. Por el contrario, si el locuaz personaje, el controvertido político, calla o se manifiesta con evasivas, hará honor a las acusaciones de sus enemigos que lo tachan de aventurero sin escrúpulos o de cobarde populachero. Si Don Juan Carlos, nuestro rey, tuvo las agallas y la oportunidad de mandarle a callar, el extrovertido protagonista de esta sórdida historia de terrorismo internacional no puede andar a la zaga del monarca español. Habrá de contestar con similar hidalguía y parecida firmeza.


  En cuyo caso, si de dar muestras de indómito valor se trata, don Hugo deberá confesar su autoría, su complicidad, su cooperación necesaria, su intervención expresa u omisa. Por rancheras mexicanas o por joropos venezolanos, pero que cante. Que su arrogancia no se escude en sus fuerzas armadas. Que su valentía no se atrinchere detrás de las cámaras de televisión. Que el señor Chávez hable como los nobles o limosnee como los pordioseros. Sacará de dudas a unos y a otros. A unos, los que defienden su arrojo. A otros, los que se rebelan contra su insufrible prepotencia de caudillo bananero.


  Que muestre, y demuestre, pues, su coraje. Que no, pues quedará a la altura de la chulería más grotesca. Se le aplicará, entonces, los versos cervantinos que siguen:

“Un valentón de espátula y gregüesco/que a la muerte mil vidas sacrifica/cansado del oficio de la pica/mas no del ejercicio picaresco/retorciendo el mostacho soldadesco/por ver que ya su bolsa le repica,/a un corrillo llegó de gente rica/y en el nombre de Dios pidió refresco/-Den voacedes, por Dios, a mi pobreza/-les dice; donde no, por ocho santos,/que haré lo que hacer suelo sin tardanza./Mas uno que a sacar la espada empieza:/¿con quién habla -le dijo- el tiracantos?/¿Qué es lo que suele hacer en tal querella?/Respondió el bravonel:-irme sin ella”.

 

 ¿Será valentón, o bravonel, Don Hugo? ¿O tendrá el coraje del que se jacta? ¿Se asemejará a los delincuentes comunes que niegan la evidencia? Lo veremos. Servidor se inclina por la salida de tangente y la entrada en secante. O sea. Que le va a faltar atributos como los del caballo de Espartero. ¿Me entienden?

 

Un saludo.

 

 

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