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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EMPRESAS SIN SALIDA


 En un callejón. Ahí están las empresas. En un callejón sin salida. Al ritmo de lock out. El blues del cierre se oye en toda España. Son espirituales. Canciones de oración y de trabajo. Canciones de resignación y desesperanza. Empresas y trabajadores, perdidos en el bosque de las ánimas. El final del laberinto está lejano.

 En la atmósfera de desconfianza que la crisis ha creado, el emprendedor se ahoga. La política del Gobierno no sólo no ayuda a disipar la bruma. Por el contrario, contribuye a enrarecerla. Recuerda, sin su belleza, el "Gran Ferrocarril del Oeste", del británico Turner. Vapor y niebla. La máquina marcha pero no sabe por dónde ni cuál es su destino.

 Cuatro elementos coadyuvan a la falta de expectativas. Demanda, liquidez, déficit y Administración Pública se coaligan en esta conjura anti-prosperidad. La demanda cae de la mano de la pérdida del poder adquisitivo. La capacidad de gasto se reduce al compás del incremento impositivo y, sobre todo, de la precaria estabilidad laboral. El peso de cinco millones de desempleados hunde cualquier plataforma. Se rompe el equilibrio deseado entre consumo y ahorro en tanto la balanza se decanta del lado más conservador. Menos demanda, producción a la baja. Entonces, no queda otra: despidos y expedientes de regulación de empleo. Por más que se especifique su temporalidad, es mentira. Esa temporalidad huele a prolongación renovable e indefinida. El descenso de los precios conduce a la recesión y ésta disuade la voluntad inversora de la mayoría empresarial.

 No obstante, un segundo obstáculo se ofrece. Ni las ideas ni la experiencia ni la voluntad emprendedora encuentran acogida en las entidades bancarias. Los grupos financieros son gatos escaldados que huyen del agua fria. Demasiados riesgos en un reciente pasado y un exceso de morosidad en un presente que escuece, llevan a la banca a refugios del no. No presto. Ni un euro. En cuyo caso, la ausencia de liquidez ahuyenta el gasto en innovación, en investigación y en desarrollo. Ni un euro. Los acreedores aprietan, por otra parte, el cuello del empresario. Queremos cobrar, reclaman. Silencio. Ni está ni viene. Vuelva Vd. mañana. Espere unos días, a ver si me pagan quienes me adeudan. Sobre todo, el Ayuntamiento tal, la Diputación cual, la Consejería equis o el Ministerio efe. Se va a cansar de esperar. Meses y meses de demora. Por lo menos. A la espera, se negocia y a la quita se acaba rindiendo.

 En este contexto, la empresa se muere. Y todos asistimos a su entierro. Como dice el chiste, con Aznar, todos a ganar. Con Zapatero, cada uno al agujero. Poca demanda, bajo precio, más desempleo, déficit que se dispara, deudos insolventes, y dinero bajo el ladrillo. Donde haya ladrillo. Callejón sin salida. Encallejonadas. Las empresas, encallejonadas. Como los toros antes de salir a la plaza. El indulto sólo llega a unos cuantos elegidos. ¿Verdad? Pues eso. Con Zapatero, todos... Ya saben.

 Un saludo.

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