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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ESTATUT CATALANISTA

 De catalán, nada. De catalanista, lo que quieran. De solidaridad con los pueblos de España, un comino. De independencia, cantidad. De justicia ciega, caray. De justicia miope, atún. De justicia parcial, tela.

 La señora Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional, parece predispuesta a retrasar, todavía más, el fallo sobre el Estatut catalanista. Más aún. Si se lo pide el Gobierno de este Estado policial en que Zapatero ha convertido a España, cómo se va a negar la señora Casas. Por favor. De alfombra. Ante el rodillo zapateril, tapiz. Si hace faltan trapos, allá van también. Lo que mande el señor.

 Los catalanistas del tripartito son catalanes de tercera profesión a los que la política ha ascendido, en los despachos, a profesionales de primera división. Salto cualitativo y cuantitativo. Para qué la universidad y el esfuerzo del estudio, si Benach o Montilla se pasan por el arco del triunfo las instituciones académicas. Reglas de juego a ellos. Quien ose criticar a estos desahogados, sepan que repudian a Cataluña. Así que cuidado. Mucho cuidado.

 El Estatut es la coartada de estos catalanistas de boquilla y catalanes de conveniencia. Les importa a ellos Cataluña lo mismo que les interesa España. Nada. Se sirven de una y de otra para colmar sus espurios intereses. Ahora que se le agota el mandato presidencial, el gran Laporta se agrega al pelotón de cabeza de los vividores.  Don Joan quiere un ascenso económico tras su paso por el Barça. Enarbolará, pues, la bandera del Estatut y lo que sea preciso con tal de ganarse unas monedas en forma de prebendas. Si ha de aliarse con los Millet, los Prenafeta, los Bartomeu y otros gañanes de su estirpe, adelante con los faroles. -Que están imputados, Laporta. -Falsa imputación. A mí los almogávares. Imputan a Cataluña. Almogávares a mí.

 Mientras, doña Emilia Casas, la excelentísima señora Casas, a congelar el Estatut. Qué vergüenza se siente al comprobar, de facto, lo que se malicia, de mente. Qué vergüenza, doña Emilia, qué vergüenza. Que la categoría del pueblo catalán -español hasta la médula- se vea menospreciada por culpa de individuos de esta laya, tiene narices. Narices, muchas. Olfato, poco. Lo digo por el hedor. Emilia, saca el Estatut del congelador y si sale podrido, ya se verá. Emilia. Lo que pueda, se aproveche. Lo putrefacto, a la basura. Lejos.

 Un saludo.

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