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Francisco Velasco. Abogado e historiador

NO RENUEVES QUE ME MATAS

 

 Cándido Méndez es la llave. UGT encuentra en el jovencísimo líder sindical el eje de la renovación de sus mandos. Y de sus comandos.

 

El sindicato del Psoe se sirve de la experiencia madura, pero juvenil y barbada, de un hombre hecho a sí mismo en las cadenas de montaje de la industria de la dura política de los manjares y de los bussines. Lleva la tira de años lanzando los mismos discursos y ahí lo tienen: hecho un chaval que carga sobre sus baqueteados hombros el peso de una organización que vive por y para las subvenciones oficiales. De una formación que si desaparece, lo mismo no se hunde España sino que crece un par de metros.

 

Renovarse o morir. En UGT, Méndez y en el destino de la correa de transmisión, el cahavalín Rubalcaba. Uno y otro nadan en la abundancia de los cursos fantasmas de formación, de las presencias arbitrales y mediadoras entre ellos mismos y los mismos ellos, de los escenarios vacíos de riesgos laborales, de los subsidios que les regala la impotente y corrupta Administración, de las pachanguitas callejeras disuasoras y, en general, de todo aquello que redunda en defensa de lo público, especialmente para privatizarlo en el molinillo de la propia multinacional sindical.

 

El rango de liberado es la guardia de corps de la pandilla. Son miles de comerciales que llevan por todo el país el mensaje de la paz de los esbirros. O votáis o calláis. Es que mantener la gigantesca, y costosísima, estructura de un sindicato como éste, en el que dos o cuatrocientas veces hay que sacrificarse y comer en un cinco estrellas o copear en un hotelazo exclusivo, es una tarea ingrata sólo soportable por líderes carismáticos y energéticos de la calidad de Alfredo y de Cándido.

 

Eso sí. Para cándidos, los que le pagamos la buena vida. No pido escraches contra ellos ni contra nadie. Pero por lo menos una bronquita de vez en cuando. Ya sé que no se quieren enterar, yeyé, que nos quieren de verdad, yeyé, y que por el amor de esos líderes hay que seguir tragando quina y paro, hiel y ricino. Lo que pasa es que no comprendemos el precio de la renovación.

 

Bien pensado, si renovar UGT es volverla a su estado de pureza inicial transformándolo y adaptándolo a los nuevos tiempos, mejor, virgencita, que se quede como está. Que mañana nos sale un pistolero y nos hace un birdie en los agujeros de las sienes.

 

Un saludo.

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