Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL VIEJO Y EL GALLO

EL VIEJO Y EL GALLO

 

Si dominas el tema, las palabras vendrán solas, escribía Marco Porcio Catón, el Viejo, casi dos siglos antes de que Cristo naciera. El Viejo Catón. Como el Viejo Plinio. Como Pieter Brueghel el Viejo. Grandes hombres. Viejos, que no ancianos.


Las broncas se las lleva el viento; las cornadas se las lleva uno. Palabras de frontispicio del gran Rafael Gómez “El Gallo”. Artista el Gallo. Gallos. Machos de colorido plumaje y de torvo pico. Anunciadores del alba y sepultureros del sueño. Gallos. Gallinas.

 

No es verdad que la vida ponga a cada uno en su sitio. Al menos, no es advertible este hecho. Zapatero no es un gallo, pero gallea. Gallea cuando presume y gallea cuando se enfurece. Furia y vanidad caracterizados de bonancible talante. Hace gala de sus “publics relations” para esconder al rufián malcarado que lleva dentro. Dice querer pero cae en la autolatría. No es mesías, porque serlo comporta un impulso de generosidad. Es un diosecillo que simula amar al prójimo cuando, en realidad, el prójimo le es ajeno. No alza la voz, pero amenaza. No grita pero su mirada iracunda delata sus chillidos. El gallo de pelea es una fina gallina que cacarea al tiempo que adivina el rostro del lobo u olisquea al zorro que acecha.

 

No es verdad que el diablo sepa más por viejo. Sabe más por su naturaleza maligna. Ser viejo le añade un plus de malignidad. Blanco es el viejo que sitúa al gallo en un gallinero especial. Al de Fomento que entorpece ha de aplicarse el principio de complicidad sectaria. Es el campanero que amplifica la voz del gallo, que afila sus espolones y que se edifica como malecón para contener las aguas del pueblo a punto de sublevarse. Pepiño no es el Viejo y el mar de Hemingway. Es el Viejo y el mal que a Fidel llaman. Es la reencarnación del totalitarismo castrista en la concepción política de Moratinos. Es el Viejo, aunque no anciano. Es viejo de deslucimiento.

 

El Viejo y el Gallo. El Gallo y el Viejo. Par de dos. Dicen que los animales aprenden gracias a sus genes. No es así. Aprenden de lo que a su alrededor ven. De las compañías que frecuentan. No son lo que son ni perviven en razón de la “madre” que los parió ni del padre que inseminó ni de la familia que les acogió. No. La maldad no suelen descubrirla en su círculo natal. La adquieren al abandonar el nido y comprobar que la protección de sus primeros desapareció. Son Moisés desagradecidos que crecieron como Judas. Odian a los mesías que en el mundo andan porque su espejo les devuelve la fealdad de sus acciones.

 

Son bien nacidos, el Viejo y el Gallo, aunque no sepan agradecer. Tienen el alma tullida y el corazón intruso porque les repugna la verdad. Sonríen venenosos. La traición de las especies en ellos se escenifica. El gallo no canta porque algo tiene en la garganta que le ahoga. El viejo es usado y roto. Descosido uno, enmudecido el otro. Dos en uno. Uno por dos. El viejo y el gallo. El gallo y el viejo. La España de nuestros amores filiales y fraternos no puede estar en manos de esta gente. No puede. Ni debe. Pero está. Ay.

 

Un saludo.

0 comentarios