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Francisco Velasco. Abogado e historiador

OBLIGACIÓN MORAL

 

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Rosa Díez ha pedido al presidente del Congreso que los sueldos de los diputados se desglosen en la página web de la Cámara. El señor Posada se ha negado a ello. Objeta la inexistencia de precepto legal que obligue a ello. Una pena la respuesta. Don Jesús ha perdido una oportunidad inmejorable de dotar de un poco de transparencia a la gestión de los políticos. La clave de la petición es el desglose completo de los sueldos. O sea, la referencia de cada uno de los conceptos de la nómina mensual.

 

Cualquier obstáculo a la limpieza democrática supone un aldabonazo más en la sinconciencia del sistema de los mal llamados padres de la patria. Es verdad que no existe norma que obligue a manifestar el detalle mínimo de la pasta gansa que se llevan a casa los congresistas. Mas por encima de esa verdad, está la moral. El principio que ajusta la palabra a los actos propios. El que persigue esconder, descubre su crimen en la carrera por el intento. Por qué si la señora que lidera Unión, Progreso y Democracia publica su nómina por extensión y comprensión, no lo hacen Rajoy o el ínclito Alfonso Guerra o el popular Moragas o el exconsejero Viera.

 

De dónde viene la erisipela por asunto tan trivial en el caso de los funcionarios o de los trabajadores de empresas privadas. Las redes sociales se cuestionarán la urdimbre de opacidad tejida en torno a tema tan acuciante en un país que castiga a seis millones de parados y a miles de desahuciados. Los ciudadanos nos cocemos en la indignación de tamaño ocultismo. Qué grupos se muestran especialmente reacios a la exposición de sus sueldos mensuales. Señálese a los diputados que se significan en la oscuridad de la caverna. Entenderemos que no todos los políticos son iguales y que los hay merecedores de ser rescatados del saco de la vergüenza.

 

Posada, don Jesús, deberá buscarse una estrategia más convincente para enrocarse en su torre prestada. La que lanza a los ruedos de la intriga antidemocrática, es carburante que enciende la hoguera de las golferías. Así no, señor presidente del Congreso. Así no. La casta política está cavando su propia tumba una vez suicidada la credibilidad de sus componentes electos. Si la democracia muere no será a causa de los fascistas. En absoluto. La defunción vendrá firmada por aquellos que convirtieron la honorabilidad de las Cortes, de sus dos Cámaras, en una covacha de canallas disolutos que despreciaron los derechos del pueblo y que, en lugar de cooperar en la asepsia del sistema, potenciaron su destrucción.

 

Obligación moral, señor Posada, obligación moral. Si en la fábrica de la ley, faltan normas de confianza, qué clase de fábrica es esa. Señor Posada.

 

Un saludo.

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