Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL MISTERIO DE TRINIDAD

 

El cristianismo establece como dogma que Dios es uno en tres personas. El entendimiento humano no es capaz de comprender la esencia de Dios. Tan sólo puede conocer lo que Dios revela y se conforma con asumirlo mediante la fe del carbonero. Hasta tal punto es así, que Agustín de Hipona aseguraba que si alguien comprende esa esencia, no puede ser Dios.

 

El psoecialismo tiene también su dios. No fue Iglesias, don Pablo. Ni mucho menos. El dios de la new wave es Felipe. La esencia de González es su continuado triunfo electoral plagado de réditos de dinero, poder y ambición a sus prosélitos. Iglesias fue el dios abuelo del que ya nadie quiere oir sus batallitas. González es la memoria cercana, el influjo mirífico, la presencia ausente.

 

El sevillano de Dos Hermanas no depositó sus complacencias en su heredero, no hijo, Zapatero. En absoluto. Mas tuvo que adoptarlo como aquellos padres a los que la justicia adjudica la paternidad sin someterse a la prueba del ADN. Lo tragó como el que engulle sapos y culebras. El hijo putativo. En Derecho, el título “putativo” se otorga al falsificado siempre que su falsedad no esté declarada. No obstante, también es putativo el título ineficaz que, sin embargo, carece de vicio o malicia. Zapatero es el hijo putativo que no consintió sentarse a la derecha del padre. En su ambición de divinidad propia, lo adelantó por la izquierda. José Luis quería mostrar, y demostrar, que León es más que Sevilla y que, en cuestión de talante y de carisma, el “number one” nació en Valladolid y no en el seno de una familia de vaqueros.

 

Ahí andan padre e hijo. Unidos por el cordón umbilical de la gran secta de siglas cuatriletradas. No existe la afección paterno-filial deseable. Sí media, por necesidad táctica, el buen rollito que impone la voluntad de perpetuar el sentido de dominación. Se soportan en privado. En público se sonríen. No se quieren. Reeditan la eterna lucha entre reyes por el trono. Padre e hijo. Hijo y padre. Dos en uno y uno en dos. ¿Y la trinidad?

 

La trinidad es el verbo. El verbo puede ser la palabra que indica o desea o impera acción, estado de ánimo o acontecimientos naturales. En la trinidad, el verbo es, también, dios. El evangelista Juan decía: “en el principio, era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Verbo que se conjuga y verbo que se deifica. En la relación triangular psoecialista, un vértice lo ocupa González. El otro, Zapatero. El tercero, Jiménez. De la familia de los Jiménez Villarejo. La sonrisa del régimen franquista fue Solís Ruiz. En la empresa PsoeSA, lo es Trini. Protegida de González y amparada por Zapatero. Ahí está, ahí está. Trini, por Tomás. El verbo en presente imperativo. Por Madrid, te presentas tú. No se presenta él. Abandonad vosotros. Pierdan ellos.

 

Conjuga Zapatero y asiente González. Trinidad Jiménez es el verbo que repite la voz de sus amos. El misterio reside en su palabra y en su sonrisa. No se revela. Se ordena. Tomás se rebela contra el que dicta. Hereje Tomás. Se atreve a desobedecer a la trinidad de Jiménez. De la familia Villarejo. Ay. El triángulo psoecialista no es amoroso. Se sostiene en la conservación del poder.

 

Las encuestas se decantan por la Trini. La Espe no se deja corromper. El misterio de la Trini es cómo ganar a la Espe. Tomás quiere tocar la llaga antes de creer. Los dioses psoecialistas no admiten dudas. Se ha de creer sí o también. No se puede echar pulsos al Olimpo. González, Zapatero, Jiménez. La caída de los dioses. De barro. De barrizal.

 

Un saludo.

0 comentarios