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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA TRÁGALA

 

Un palimpsesto es un manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.

 

Los totalitarios tienen la tentación constante de crear una vida utópica, huérfana de miserias y de enfermedades del pasado y temerosa de las oscuridades del futuro conformista.  El libro “Un mundo feliz” de Huxley representó, de forma magistral, la lucha perpetua entre la verdad y la ficción, por más que, como ocurría con el platónico mito de la caverna, el mundo irreal trae la felicidad, por más que los habitantes sean esclavos o estén presos en la cárcel de su mente.

 

Elena Valenciano exige a Arias Cañete que deje su ministerio y actúe como candidato a las elecciones. Valenciano exige exactamente lo contrario a cuando su compañero López Aguilar se hallaba en idéntica situación que el dirigente popular.  La señora se limita a borrar de la historia su mensaje y lo reescribe como si fuera nuevo y los ciudadanos idiotas.

 

De ahí el palimpsesto como exponente de una clase política que quiere convertir en utópico lo que es distópico. Es decir, se quiere mostrar como modelo de felicidad (utopía) lo que es el resultado de una sociedad oprimida controlada por un gobierno autoritario (distopía). O lo que es lo mismo: si la utopía es el mejor de los mundos, el sueño de todo ciudadano hecho realidad, la distopía es el peor de los mundos, la sumisión definitiva y absoluta, el sueño de todo gobernante hecho realidad, y será tanto más efectiva cuanto mayor grado de satisfacción produzca en el ciudadano. 


El borrado con intención política o moral preocupa. Es cuando se quiere reescribir la historia a conveniencia del régimen en el poder, despreciando la objetividad científica y manipulando, a gusto, la conciencia de los protagonistas. En este contexto, el palimpsesto es la materialización de un sistema político totalitario, sea soviético, sea nazi. Y es entonces cuando empieza el problema. No persigue la fidelidad de la historia más o menos reciente, sino quiere borrar de la memoria colectiva una parte de la historia que los nuevos dirigentes se niegan a asumir como vivida.

 

En realidad, el recuerdo persiste pero el miedo activa los mecanismos de conservación del status. Entonces aparece la cultura del trágala. Cómo que en qué consiste. En lo que hacen los políticos durante cada temporada electoral: tragarse sus palabras y vomitar espumarajos. En lo que hace la ciudadanía que engulle hasta su lengua con tal de adormecer tranquilo en la mortecina noche del olvido.

 

Sapos y culebras no son nada. Qué trágala.

 

Un saludo.

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