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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PADRASTROS DE LA C.E./78

 

                 Frente a quienes sostienen que la verdad es independiente de Agamenón  o de su porquero, los hay que defienden la idea de que la verdad del poderoso ha de imponerse sobre la del humilde, la de las mayorías sobre las minorías, la de las moscas cojoneras sobre los prudentes, la de los políticos secesionstas catalanes sobre los españoles en su conjunto. Es la eterna lucha entre objetivistas y relativistas.

 

                Escuchar el pseudodebate entre Herrero de Miñón y Roca sobre el problema catalán, me transporta al encontronazo dialéctico que mencionaba. Uno y otro son relativistas escatológicos. Escatología a medio camino entre las creencias referentes a la vida de ultratumba y entre el tratado de cosas excrementicias. A medio camino porque los dos juristas parecen olvidar el presente rabiosamente vivo y, a causa de esa desmemoria crucial, parlotean sobre detritus de olores insanos.

 

                Roca y Miñón se inscriben en el ámbito ideológico de la derecha económica y de la acomplejada burguesía separatista. Si a estos dos redactores de la Constitución les importan un higo los argumentos jurídicos y se apoyan en las conveniencias políticas del momento, no cabe interpretación distinta de sus palabras que la rendición, la claudicación y la entrega de llaves del portal de la casa común.  De esta manera, el absolutismo de Luis XIV se escenifica en el absolutismo antidemocrático de estos dos caballeros. Si nos saltamos las leyes a la torera, el desorden sustituirá a la injusticia.

 

                Herrero es autor de una obrita, “Idea de los Derechos Históricos”, en la que viene a ensalzar los privilegios medievales de unos cuantos que se configuran en sectas o mafias. Desde esta plataforma al golpismo, hay un paso. En una democracia que se presupone consolidada, las izquierdas extremas fomentan el frentismo guerracivilista y las extremas derechas alientan la misma canallería. Sople el viento sabiniano de Herrero o la tramontana de Roca. En ambos, la inteligencia se pone al servicio de Ibarretxe o de Oriol Junqueras. Uno y otro hacen causa común de la desmemoria histórica que alumbró la transición que, paradójicamente, alaban.

 

            Cómo es posible este cinismo. De manera singular en ellos que redactaron aquello de la justicia y la igualdad como valores superiores del ordenamiento o lo siguiente de que la soberanía nacional reside en el pueblo español o lo inmediato de la  indisoluble unidad de la Nación (con mayúsculas) española. Cómo pueden ser tan hipócritas y manipuladores. Hasta dónde llega el resentimiento de ambos personajes. Qué exacerbado nivel de cavernícolas es el suyo. Cuál es la solución que aportan si saben a ciencia cierta que las incógnitas no despejadas aportan más réditos a sus intereses. Si alguien cree que un talibán renuncia alguna vez a su fundamentalismo, es que ignora que Hitler fue un maldito bicho. Si los dos padrastros pretenden el choque de España con una parte de su territorio y que se  hurgue en el 155 para suspender la Autonomía, están presionando las teclas adecuadas.

 

                      En Aristóteles, la antropología de su ética se basaba en los valores. Si no se respetan, la política se vuelve inhumana. Si se reconocen, se observa lo más profundo e íntimo de la realidad. La democracia sólo puede perdurar si se respetan los valores en el marco de la libertad del pueblo. De todo el pueblo.

 

             Estos padrastros no son maridos de la madre respecto a los hijos anteriores de ésta. Son malos padres. Son obstáculos a la liberalidad. Son pellejos que se levantan entre las uñas de la libertad y la mano abierta de la solidaridad.

 

Un saludo.

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