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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LOS NIÑOS DEL APARATO

 

 Le crecieron los dientes dentro del partido. Si hablo de partido, entiéndanme, no puede ser sino el que ayer fue socialista y hoy, hoy, qué es hoy... Un camaleón. El que ayer se bautizó obrero y a estas alturas del siglo se despierta señorito de hijos de papá. El que ayer se sintió español y cambia su origen al menor atisbo de pérdida de votos. El partido y el aparato. Gracias al aparato, existe el partido. Entendido como asamblea de militantes o como comunidad de simpatizantes, el partido es una entelequia surgida cuando se aplica sobre el papiro el zumo de limón.

 

El aparato crea su gineceo y del gineceo, la infantería más pueril. Lo mismo que Licurgo seleccionaba a los niños espartanos y los preparaba para la guerra, en el Psoe igualico o parecido. La cantera de chavalines crecidos en el fuego del hogar del pópulo y alimentados en la cocina del oficio es inmensa. Al final, como en los clubes de fútbol, los más retorcidos, que no los mejores en preparación, estudios, competencias o humanidad, jugarán en la primera división de la liga política. Echen cuentas. Tantas provincias españolas, cuantos pueblos, diputaciones, gobiernos y parlamentos autonómicos, cámaras de representación nacional y otras veleidades astutas del sistema democrático esperan la llegada de nuevos retoños.

 

La vida se renueva y la política hace caso a la naturaleza. Susana Díaz se licenció en aparatología y se doctoró cum laude en estudio del ERE andaluz. Al servicio de la causa durante muchos años, acaba de fichar por la facción más poderosa de su lobby/lobera. Ascenso excepcional de esta señora cuyos méritos académicos se ignoran y cuya experiencia laboral es tan especializada, que jamás ocupó oficina pública ni privada, ni ganó oposición o concurso alguno, ni regentó empresa ni se puso al frente de negocio. Negocio que no sea el del aparato, claro. El ejemplo para la juventud es Susana.

 

Análogo el caso de Mario Jiménez. Hombre hecho a sí mismo. Escudero entre barones. Botones entre banqueros. Adulador entre señores. Hasta que…el salto. Salto al dinero fácil, al poder del cafelito guerrista, al güisqui del Ritz con el ruizmateos, al niño apárcame el coche, a la Pepita tráeme un mojito o resérvame la suite o sácame los billetes del crucero.

 

Mario y Susana. Susana y Mario. Griñán sabía de qué personajes secundarios se rodeaba. Como sabía la asquerosidad del fondo de reptiles. Con los niños del aparato, se aseguraba la huida, la gran escapada. El aparato es como la obra de Kafka, un lugar insondable del que se sale con los pies por delante. Un canto al vértigo de la injusticia más legal.

 

Niños del aparato. Al estilo Martu Garrote. Otra prenda. Si es que la escuela forja. Qué le vamos a pedir al otoño para que no se caigan las hojas. Las de los árboles, por supuesto. Las de los libros, para qué si no se abren.

 

Un saludo.

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