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Francisco Velasco. Abogado e historiador

NINGUNA POSICIÓN ES MALA

 

 Leía en la prensa digital el comentario de uno de los componentes de este grupo, Morfeo o algo así, que ha representado a España en el festival de Eurovisión. Ninguna posición es mala, ha dicho. La penúltima es la campeona si los participantes hubieran sido dos. A la hora de digerir sapos, ponemos en campaña toda nuestra artillería antes de admitir que nos hemos comido una docena de estos batracios. En un alarde de ocultar el complejo de sublimación, hacemos de lo negro, blanco y de la dureza del pedernal, una milhoja de nata. Todo, menos reconocer nuestra descomposición.

 

El mismísimo Blesa cojea del mismo pie. El hombre ha pisado los suelos carcelarios por un quítame allá unos miles de millones de euros. Como si el que fuera presidente de Caja Madrid pudiera ser tratado como un vulgar ladronzuelo. Hombre. El señor de los préstamos está exento de las vulgaridades asignadas al común. Menos mal que con un par de milloncejos restablece la cordura financiera y el juez tiene que envainársela. Entre rejas.

 

Lo mismo con Urdangarín o la Infanta. La imputación es algo muy plebeyo para ser predicable de la nobleza de sangre y de casamiento. Qué es eso de la igualdad constitucional. La gente se cree todo lo que se escribe en los libros. Una hija del rey de España no puede transitar pasillos reservados a chorizos. Su ilustre cónyuge, tampoco.

 

Ser los últimos de la fila no es asunto deshonroso. Peor es colarse. Morfeo se infiltró entre los candidatos a representantes de España. Blesa se deslizó entre bancos y se escurrió entre políticos y sindicalistas. Los duques de la palma de la mano cerrada se introdujeron en las alcantarillas del pueblo para escabullirse en los yates de la aristocracia judicial. Yate. Ya te recompensaré por tus servicios. Ya te pagaré el favor. Ya te…

 

Ninguna posición es mala. Claro. Así va el país. Con este relativismo moral que nos invade, los últimos de la vergüenza serán los primeros de la codicia. Estos valores cambiados no sólo subvierten el orden ético. Es que se cargan la estabilidad emocional. Y el progreso. Y la decencia. Y…

 

Un saludo.

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