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Francisco Velasco. Abogado e historiador

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Hoy, Cataluña. Mañana, País Vasco. Más tarde, la tierra mediterránea y toma su relevo el paisaje cantábrico. Así una y otra vez. Hasta el infinito. Es la grandeza de la libertad de expresión fruto del Estado de derecho que España es.

 

El nuevo lehendakari del gobierno de Euskadi es el peneuvista Urkullu. La fuerza política emergente en aquella Administración pública es Bildu, que incluye a un sinfín de simpatizantes de la banda etarra. El nacionalismo adquiere una fuerza inusitada aunque no sorprendente. Se veía venir. Y en su afán de expulsar a España de sus fronteras, han llevado a cabo una barbaridad tras otra.

 

La última, que podría ser definitiva, es la exigencia de que la Policía y la Guardia Civil abandonen la región. A continuación, la ertzainza toma posesión del cortijo de las fuerzas de seguridad y sanseacabó. Si España quiere trozo, que traiga al ejército. Bien  pensado. No es que sean listos y nosotros, tontos. Es que son contumaces y nosotros, veletas. Es que su bandera surca los suelos de los bandarras y la nuestra atraviesa los cielos de la bandurria.

 

La policía y la guardia civil fuera de allí, exigen. Como si animados por la fuerza de su aliento fétido, se convencieran de que los interlocutores del Estado huirán de aquellos parajes. Luego, a desmilitarizar el territorio. Por último, una fortísima campaña de fumigación que extermine los virus de españolismo. De uta are. Las peticiones de uno se deben compensar con las firmes negativas de otro. Resoluciones firmes a solicitudes temerarias. Nada de silencio administrativo. Elocuencia gubernamental.

 

ETA se halla detrás de cualquier movimiento genocida. La expulsión de la policía y de la guardia civil convertiría el campo autonómico en una viña sin vallado. Los españoles que no han sido gaseados hasta la fecha comprenderían de pronto lo que fue el holocausto judío.

 

Largo de aquí, de España, los malnacidos que hablan con la garganta de la violencia. Fuera de nuestro país los canallas que asesinan cuerpos como secuestran voluntades. Lejos de la civilización los salvajes que se visten con togas bajo las que esconden las dagas que cortan la sangre de la libertad.

 

Los españoles somos todos quienes habitamos un palmo de la superficie que, histórica y jurídicamente, conforma el territorio de España. Incluidos Cataluña y Euskadi. A quienes no satisfaga este status, lejos de aquí. La inmensa mayoría nos quedamos con lo que es nuestro. Porque nos corresponde. Largo. Fuera.

 

Un saludo.

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