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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CAROD NO ESTÁ PRESO

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 El señor Carod Rovira es uno de esos personajes que sólo caben en norias y productos televisivos de poca entidad dialéctica. Salvo que por dialéctica algunos entiendan la capacidad de vocear, de interrumpir al interlocutor, de disparar ofensas con balas fonéticas o de buscar la complicidad del presentador pijo o el aplauso fácil del público conducido.

 

Después de años de andanzas políticas reprobables, el aburrido señor Carod busca la portada de alguna prensa merced a su foto con el número de preso de Otegi. Es posible que el catalanista de contra prefiera la cárcel al anonimato que le priva de la imagen continuada. Antes en prisión que en la sencillez de la libertad.

 

Don José Luis haría bien en ponerse la barretina, estirarla hacia abajo de forma que le oculte la cara, taladrar dos agujeros a la altura de los ojos y coronar el busto con una txapela a modo de los valientes etarras mataniños y ponebombas. Su espíritu independentista debiera ponerlo al servicio de causas más positivas. Por ejemplo, devolver el mal que, como vicepresidente, hizo a su Cataluña del bolsillo. La paupérrima situación que atraviesa la región escarba sus raíces en la política choricera que protagonizara Montilla y secundara él mismo.

 

Servidor prefiere que Carod disfrute de los aires de Montserrat y del Tibidabo. Que pasee por las ramblas barcelonesas o que, émulo de las estatuas humanas, se deje fotografiar con los turistas a cambio de unas monedas. Sus calentones separatistas se atemperarían con el frio de la normalidad nocturna cuando algunas rapaces salen a la caza de presas distraídas. Junto a él, la figura vulgar del expresidente y exministro cordobés, ataviado con el traje de luces que los pedigüeños se ponen para deslumbrar a guiris y guripas.

 

Uno y otro hicieron las Indias y los agostos. Tras ellos, las minas se agotaron y los sucesores de la ruina excavan las escasas vetas que abandonaron los minerillos.

 

Uno agradecería a Montilla que compartiera la fotografía oteguiana de Carod. Incluso que formaran parte del paisaje emocional de los maletillas que vieron truncadas sus aspiraciones toreriles cuando sufrieron el primer revolcón del morlaco de turno. La pena es que Artur mas, por qué será, no ha tirado de la manta de estos secesionistas de montera rota. Acaso le pueda el miedo del qué podrían soltar por esas boquitas de piñón.

 

Lo dicho, señor Carod. Quienes defendemos la unidad indisoluble de España, nos limitamos a cumplir la Constitución. Si el pueblo decide modificarla y permitir la independencia de algunas regiones, se acactará y punto. La democracia tiene eso. Que hace prevalecer el criterio del pueblo por encima de los fascistas que matan, roban y torturan.

 

Siga con el numerito. Pero que no le toque llevarlo por narices. Que no le toque.

 

Un saludo.

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