Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

JUAN CARLOS I DE BORBÓN

 

  (EL CONTENIDO DE ESTE BLOG SE PUBLICA TAMBIÉN EN LA SIGUIENTE WEB)

http://franciscovelascoabogado.blogspot.com.es

 De Borbón. Ojo. El apellido lo dice todo y todo determina. No se trata de un hombre pegado a la quevediana nariz. Nos referimos a un rey que ha firmado un contrato de adhesión al Borbón paterno y una cláusula de apego al Borbón materno. Borbón y Borbón. Por si cabía duda.

 

En este país de creadores de ídolos, el deporte nacional viene marcado por la envidia. De ahí el éxito de los iconoclastas en la tierra más barroca del mundo. Cómo si no el barroco extiende su manto entre mujeres lacrimosas, hombres fornidos, aires de azahar e incienso y música de festivales. En este contexto borbónico, la figura más deseada es la del monarca. Desde lo del elefante de Botsuana, los rifles de repetición tienen al rey en la mira de sus visores. Censuran al Jefe del Estado los gestos que los críticos de hoy ampararon y silenciaron ayer. Diabluras. Borbonadas.

 

Aquí todo el mundo tiene derecho a aconsejar. Don Juan Carlos tiene tantos amigos como enemigos acapara el que suscribe. Un montón. La originalidad radica en la percepción de confianza y de hostilidad que se asume con respecto a unos y otros. Por decenas se cuentan los asesores y consejeros del rey. Muchos más de los que tenía su padre el conde de Barcelona. Que don Juan Carlos les hace caso omiso, no es la primera vez. La desobediencia del pupilo se tolera menos cuanto más viejo se hace. No se perdona igual las barrabasadas del joven que las chocheras del mayor. Sobre todo si estas boutades comportan actitudes de calavera senil que humillan a la consorte regia y, por extensión, a la institución de la Corona.

 

No se pretende tapar desmanes, sino impedir que actividades personales de la esfera privada invadan el ámbito público de los cotilleos más barriobajeros. Si la intención primaria es cazar al rey, la voluntad es desestabilizar a la Corona y, desde esa plataforma, deslegitimar la Constitución. Al final del trayecto, el autobús se detendrá en la parada tricolor de la República.

 

Existen muchas razones para defender el régimen monárquico o el republicano. Los partidarios de uno u otro son libres de mostrar sus argumentos más viscerales. En cambio, una sola razón me alcanza para satisfacer mis ansias ciudadanas. Esa razón se nombra sistema y se apellida democrático. Y la democracia se asienta en bases legales. Si faltan éstas, digan conmigo: grupos fascistas agitan banderas piratas de regímenes legítimos para pervertir la esencia del único sistema que, con todas sus imperfecciones, garantiza la fuerza del pueblo: la democracia.

 

Juzguen a Juan Carlos I por su actitud y su respeto al imperio de la ley. Reconduzcan las desviaciones personales del monarca en cuanto a amistades, periplos, negocios y urdangarinatos. Sin embargo, lo que no es de recibo es que el Estado español supedite su Jefatura a dimes y diretes de unos cuantos interesados en dinamitar la Carta Magna de un país cansado de gentuza que, con tal de soliviantar la paz y el diálogo, te pegan tres balazos entre el pecho de la Constitución y la espalda de las leyes. Y eso, no.

 

Sigo apostando por D. Juan Carlos I. Las zarzas, lejos. Los “secondat”, también.

 

Un saludo.

0 comentarios