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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ECONÓMICAMENTE POBRES

 

 Necesitados. No tienen lo necesario para vivir. Los hay de solemnidad, tan notoria es su pobreza. Y limosneros, como los mendigos. Pobres voluntarios que se desapropian de cuanto poseen, algunos hay. Del mismo modo que pobres soberbios que necesitan ser auxiliados pero no admiten la situación y rechazan la ayuda. Pobres de ellos. Infelices.

 

La España del siglo XXI bebe crisis análogas a las que colmaron el siglo del Barroco. Las crisis hacen extraños compañeros seculares. Extraños y alejados por las galaxias del tiempo cronológico. En el año del Señor de dos mil doce, Cáritas nos pone los pelos de punta con su Informe sobre exclusión y desarrollo social. Una cuarta parte de los hogares de España ni siquiera se asoman al umbral de pobreza. Miles de familia no llegan por más que se empinen sobre sus castigados pies. El Gobierno no puede ignorar este gravísimo problema y, en consecuencia, debe incrementar sus inversiones sociales. El que Rumania y Letonia sean los únicos países de la Unión Europea que sobrepasan la tasa de pobreza española invita a reflexión e incita a actuar. Qué hemos hecho para alcanzar tan penoso record. Qué hemos permitido para horadar tanto el suelo de la desgracia.

 

En la actualidad, asevera Cáritas, la pobreza en nuestro país es más extensa, intensa y crónica que nunca. El diagnóstico asusta. La pasividad ante este espanto repele. En el otro extremo de la sociedad, los ricos. Las doscientas familias más ricas de nuestro país suman un patrimonio superior a 135.000 millones de euros. A estos potentados, la crisis no arruga ni un pliegue de sus mantos de oro y platino. Unos pocos, tanto y otros muchos, nada. La mullida estructura de la clase media impedirá el roce entre los polos enfrentados. Si el aumento del paro sigue su línea de pavoroso ascenso, habrá que ponerse a echar cuentas por dónde va a comenzar el estallido social.

 

Los millonarios se cuidan muy mucho de cómo blindar sus capitales. Ni se fían de la banca española ni atisban un mínimo de confianza en la inspección de hacienda. Escapan de las crisis profundas y se refugian en paraísos fiscales. Listos. Tan listos que menos de 7.000 contribuyentes declaran una base imponible en el impuesto sobre la renta superior a medio millón de euros. El tributo es el dudoso honor que el Fisco reserva a los pobres tontos, que no a los tontos pobres.

 

Todas las reformas laborales se convertirán en brindis al sol si no se acompañan de una seria reforma fiscal. Una sociaedad desigual puede ser admisible. Una sociedad extremadamente no igualitaria es repugnante. La avaricia rompe el saco. Los pobres se convierten en un descomunal instrumento de rebelión popular, atizada por la burguesía más descontenta de su suerte económica y más alejada de los centros de poder. Al tiempo, conforma un guiso apetitoso para el hambre de batallones de fascistas y comunistas ávidos de pesca en río revuelto.

 

El Partido Popular debe observar las reglas más elementales de perspectiva y de prospectiva a fin de, advertidas las consecuencias, preparar los cauces por los que han de circular las torrenteras. No se olvide. El club de perjudicados por las elecciones generales es fuerte y poderoso. O se establecen diques de contención o habrá que acudir a los agentes de la porra y del antidisturbios. El segundo camino es inapropiado. Se pondría en bandeja de plata la invitación a la bronca que pretenden los desahuciados del mangoneo institucional.

 

Pobres pero avisados. Avisados para aspirar a la igualdad. Iguales si defendemos la libertad. Libres para no caer en las garras de la dictadura. Dictadura, ni de derechas ni de izquierda. Pobres, a extinguir.

 

Un saludo.

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