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Francisco Velasco. Abogado e historiador

QUÉ BOCHORNO

Los niños que leímos el Catón y aprendimos en las enciclopedias Álvarez estamos desnortados. Los que, durante nuestra más tierna infancia, entendimos que matar y robar formaban parte de los pecados que proscribían los mandamientos de Dios, caminamos fuera de cauce. Quienes vivimos los duros días de la postguerra no sabemos si vamos o venimos. Donde no hay harina de valores, todo es mohína de moral.

El asunto ETA nos trae de calle. A los que peinamos canas y a quienes han seguido los telediarios sobre el tema. Una banda de asesinos se cuela en la democracia bajo el tupido velo de una sentencia cuanto menos discutible. El defenestrado gabinete zapatari se rindió a las coacciones de la cuadrilla de matarifes y nos vendió su claudicación ignominiosa como un éxito. A ver quién es el bonito que planta cara a la tropa de criminales sin que del enfrentamiento no surjan voceros mercenarios que acusen a los discrepantes de tocar tambores de nuevas guerras. Los muertos han dejado de ser víctimas. Han sido anatematizados por los fornidos porteros de la medioteca prozapateril. Se han convertido en obstáculos que impiden el avance de la democracia. Así.

Ahora toca poner en la calle a los presos sentenciados en firme. No basta con acercarlos a prisiones del País Vasco. Excarcelados todos. Después, se reivindicará una indemnización por torturas e injusta privación de libertad. En esta España, el que no llora no mama y el que no chantajea a las instituciones no cobra de ellas. Entendida esta premisa, los organizadores de esta red de traidores  sin capucha se han dado cita en Bilbao para mostrar los cisnerianos poderes. Movilizaciones a destajo y manifestaciones sin descanso. Aglomeraciones en la capital de Vizcaya como durante el franquismo en la madrileña Plaza de Oriente. Y que la vida no se detenga.

En teoría, la maniobra envolvente corre a cargo de Amaiur y los partidos abertzales. En la práctica, ya por acción insuficiente ya por omisión escandalosa, las demás formaciones vascas contribuyen al asedio. Las declaraciones de protesta de los partidos democráticos suenan a flattus vocis. Rajoy está sufriendo en su propia carne el posicionamiento de Basagoiti. Ni un paso adelante sin que el sucesor de Gregorio Ordóñez, de Carlos Iturgáiz o de María San Gil asienta. La política del PP vasco es de franco retroceso por más que se despachen opiniones de condena. PP vasco, que no PP español.

Escuchar al pueblo vasco no significa atender las exigencias coactivas del matonismo. El gobierno de Mariano Rajoy no debe confundir prudencia con cobardía ni silencio con mudez. Cualquier voluntad de mirar para otro lado en este tema sería letal. Los oradores de la macromanifestación bilbaína sustantivan la política española como de represión. Hacen un llamamiento a la responsabilidad y reclaman la libertad de quienes carecen de libertad por asesinar a españoles inocentes.

Los verdugos pretenden alcanzar un status de paz definitiva sin presos ni exiliados. Los verdugos son los que ofrecen la alternativa. Con una mano, la bomba. Con la otra, la parabellum. De ahí el bochorno. Se me enciende el rostro y me queman las vísceras. Me sofoco ante tan poderosas ofensas. Me altero por más que mi razón me insta a la calma. Uno no es Descartes.

Un saludo.

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