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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CAAMAÑO VIENE DE AMAÑO

Se dice de alguien que ha llegado al colmo cuando ha logrado tal nivel que razonablemente no se puede superar. El colmo de la maldad, el colmo de la gracia, el colmo del amaño.

 

Don Francisco Caamaño, actual exministro de justicia, sucedió al ínclito y afamado Fernández Bermejo, gran cazador expedientado por carecer de licencia para cierta actividad cinegética que practicó junto a esa estrella judicial en declive que es don Baltasar Garzón. A fin de escribir este artículo, me documenté en diversas fuentes. Una de ellas es, para disipar dudas, en El País. Este periódico publicó en 2009, acerca de don Francisco, que el nuevo titular de la cartera ministerial “tiene buenas relaciones tanto en el Gobierno, el partido y el grupo parlamentario. Goza de la mayor consideración personal y profesional de José Blanco, vicesecretario del PSOE, y José Antonio Alonso, portavoz parlamentario de los socialistas”. Sic. Más clara, el agua de Sierra Nevada.

 

Designar a Caamaño como el colmo del amaño acaso sea una exageración. Es posible. No obstante, no me tiembla la mano al teclear que este político gallego ha dado muestras extraordinarias para darse trazas o para levantar artificios con tal de conseguir algo que ni es justo ni es merecido. Este coruñés cuarentón sí ha sido un excepcional regulador de la nada y reformador de lo que funcionaba medio bien. Siempre se mostró enemigo de las penas de telediario, salvo que las mismas encausen a gente del Pp. Ellos son sujetos en los que la presunción de inocencia ha de someterse al crisol de la filtración de los sumarios judiciales. Pues sí. Y mejor que sean los fiscales -hasta que Conde Pumpido sea destituido- quienes instruyan los procesos. Eso siempre que, en caso de que Rajoy gane las elecciones generales, entonces se recapitula y, de lo dicho ni mú, se vuelve al juez como garante de la instrucción.

 

La objetividad es una perla peregrina que está al alcance de muy pocos bolsillos y de casi ninguna puñeta. Desde luego, Caamaño conoce poco el término pues no se aplica al objeto en sí mismo sino que depende de intereses muy particulares y a maneras ideológicas de pensar o de sentir. Las filtraciones del Gürtel o del Nóos no han despertado el sentido inquisitivo del señor Caamaño para restablecer la violentada legalidad de mantener el secreto. Total, mientras se divulgue indebidamente la ropa sucia de algunos, mínimas objeciones. Cosa distinta es que las revelaciones se produzcan sobre el caso Campeón y perjudiquen a su mentor político, el muy honorable señor José Blanco. Por ahí no pasa Caamaño.

 

Esas filtraciones desgraciadas deben ser investigadas por el Poder Judicial. Otras, no. Y, además, quién se atreve sino un preso acusado de falsedad y fraude a acusar a un modelo de conducta ejemplar como don Pepiño, tan transparente él y tan cercano a los más desvalidos, que no duda en parar el coche oficial en una gasolinera y socorrer a un pobre empresario que solicitó su ayuda. Así que ojo al dato. Blanco es "inocente mientras no se demuestre lo contrario", como "cualquier español".

 

Al enterarse de que la Fiscalía ha decidido pedir al Supremo que se declare competente para investigar a Blanco en relación con la "operación Campeón" y que abra un procedimiento sobre estos hechos, al del amaño se le han abierto las carnes. Lo que no se puede consentir, remacha Caamaño, es que se anticipen juicios, pues cada cosa tiene su tiempo. Y de Garzón, idem de idem. Correa, Camps, Fabra y otros apellidos peperos se interpretan desde otra óptica. Van a comparar. Por favor. Por otra parte, si fueren condenados, ya se les indultará como al banquero Sáenz.

 

Ya les digo: Caamaño viene de amaño. Zapatero, de embustero. Blanco, de garçon y Garzón, de campeón. Queda en casa. El amaño. Caamaño ya barrió para ella.

 

Un saludo.

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