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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA PEOR EDUCACIÓN

 

 Con la educación sucede lo mismo que con la sanidad. Miles de profesionales de categoría en manos de cientos de mequetrefes políticos que confunden el logaritmo con un baile antiguo y creen que la estomatología es una técnica sobre los estómagos agradecidos. Los suyos.

 

La peor educación y la peor sanidad. El más cotizado caballo de carreras nunca ganará un derby si su jinete pesa doscientos kilos y monta mirando hacia las manos traseras. Es imposible. Pues eso es lo que reina en España desde que al perverso Zapatero le regalasen la presidencia y desde que en Andalucía mangonean los que, por lo menos hasta marzo de dos mil doce, siguen desvalijando los bolsillos de los ciudadanos.

 

Aparte de ineptos y golfos, recortadores de derechos y amputadores de libertades. No se puede tener más poca vergüenza política. La Consejería de Educación ha sido un campo de batallas intestinas entre psoecialistas progres, psoecialistas puretas, psoecialistas canallas, psoecialistas lascivos, psoecialistas buitres y pseocialistas eunucos. Miles de puñaladas traperas han precedido al reparto continuado de la tarta que se retroalimenta todos los años. Fíjense que al frente de la Dirección General de Recursos Humanos colocaron al muñidor de los grandes enchufes que se teledirigen desde aquel despacho.

 

Si desde la central lechera andaluza se dictan consignas bandarras, qué no se ordenará desde la sucursal de Huelva. En la onubense, se apoltrona el conseguidor mayor de la secta. Pasan los delegados y él permanece, imperturbable, con cara de tonto, como quien no quiere la cosa, manejando con habilidad los hilos del tejemaneje.

 

Aquí no pasa nada, dicen los que no nacieron en Cabra y nunca aprendieron latín ni español. Nada bueno, claro está. A estas alturas de la película, los directores de los centros públicos se escandalizan porque no han recibido ni un euro para los gastos de funcionamiento. Dónde está el escándalo. Si los jerifaltes de Torretriana se han gastado el oro y el moro en el moro y el oro. El curso académico cubre su tercer mes y la Junta/Yunta no ha dispensado ni una sola partida presupuestaria. Los profesionales de la enseñanza lidian con el toro castrado de la iniquidad institucional. No hay ni para gasto corriente. Lo mismo les cortan la luz, el teléfono o el crédito de la papelería vecina. Lo de la calefacción, la natural y mucho es. Para calentarse, un plumón de IKEA o de mercadillo de los viernes.

 

La calle es un clamor. La gente trata de salir de paseo y de consumir un café para justificar su asiento de horas en el establecimiento hostelero del centro de la ciudad. La educación sufre los embates de la crisis. El profesorado soporta a duras penas las inclemencias de la tempestad que se abate sobre ellos en los últimos años. No se puede entender semejante despliegue de solidaridad y de responsabilidad. Se están convirtiendo en oenegés ambulantes que tiran “palante” el coche pinchado de la actividad educativa. Menguan sus sueldos y crecen sus obligaciones. Así están. Estresados, cansados, desmadejados. Y pese a ello, no desmayan.

 

Desde la atalaya de los años y el conocimiento que la experiencia proporciona, este articulista asegura que ni en tiempos del franquismo más aterrador, los profesores vivieron peor. Con todo, la calidad de la enseñanza se salva gracias al esfuerzo de los docentes. Qué buenos resultados si contaran con ejecutivos honrados en vez de con gañanes impúdicos.

 

Un saludo.

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