Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

LÓPEZ

 

 Juan Manuel. Delegado de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Delegado de lo que sea. Todito menos volver a la servidumbre de la tiza. Eso queda para los curritos. El señor López es un ejecutivo ejecutor de altos vuelos y bajos rasantes. Lo mismo dirige un centro de profesores que determina los perfiles agrarios de la provincia de Huelva. Afamado integrante del clan psoecialista de los bollulleros, ha hecho del partido profesión y de la obediencia, trampolín. Claro, que con la escuela que tiene, dónde irás, buey, que no ares.

 

Los clanes son como las familias mafiosas. Hay un padrino y al que dios se la dé, sampedro se la bendiga. Si Barrero salió indemne de su negativa a someterse a un control de alcoholemia, cómo se puede pretender que alguien sancione al Delegado provincial de Medio Ambiente por transitar por Doñana sin permiso. El populacho es el que necesita licencia de paso. La nobleza feudal siempre tuvo derecho de pernada. La aristocracia política degenerada de nuestros días goza del privilegio de saltarse las propias normas. El director de tráfico circula a doscientos por hora, el delegado de educación no hace la o con un canuto y el irresponsable de Medio Ambiente entra y sale por el Parque Nacional como Periquillo por su casa. Para eso es suya y allí monta los ambientes medios y enteros que le viene en ganas. Es que hoy la prensa no respeta la autoridad de los gobernantes.

 

Cuenta el distinguido mindundi de la política onubense con un defensor interesado. El señor Rubio, que dirige y conserva el Parque, ya se ha apresurado a salir al paso. Se trata de un error, asegura el funcionario a pasteles. Tenía autorización, lo que pasa es que se me olvidó entregársela por escrito y en sobre lacrado. A mi jefe le permito lo que sea, que para eso manda. Y además, que todo el mundo lo sepa. López no es un hombre cualquiera. Es Superlópez. Un caballero de los pies a la cabeza. Pese a carecer de licencia, el héroe se adentró en la intrincada selva doñanesca a fin de auxiliar a un grupo de personas que habían caído en las garras de dos o tres ratones de campo y en el horizonte de un cachorrillo de lince. Estado de necesidad. Legítima defensa. Deber de socorro. Qué más quieren.

 

Así que de infracción administrativa, nada de nada. Eso queda para el infeliz que pasea por el campo y el ignorante se atreve a cortar una ramita de romero. ¡Pero cómo se atreve, el desvergonzado, a cortar romero! Qué van a ofrecer, entonces, los mendigos a cambio de su limosna. Por eso se multa a los romereros y a los mirteros y a todos los que despojan al bosque mediteráneo de una hojita de sus flores protegidas. Pero a Superlópez, ni tocarle el traje de Armani. Él sí puede moverse a su antojo por cualquier zona de dominio público marítimo-terrestre. El resto del mundo, salvo los de la secta, ni que se les ocurra.

 

La Ley de Gestión de Doñana considera infracciones graves "la circulación con medios motorizados fuera de los lugares habilitados para ello en el Plan Rector de Uso y Gestión, y que se realice sin la autorización expedida por el órgano administrativo competente del Espacio Natural de Doñana". Leyes a Superlópez. Incautos. Las sanciones graves pueden elevarse hasta 160 veces el salario mínimo interprofesional mensual. Como el jefe no infringe, no cabe sanción y, por consiguiente, no hay multa. De todas formas, a ver quién es el bonito de la Delegación que le instruye un expediente al señor de los cómics. Iba a durar menos que un millón de euros en manos de Pepe Blanco.

 

El señor Rubio repite, cual lorito amaestrado, que se trata de un error. Error. Error. Error. Jefe bueno. Jefe bueno. Permiso. Permiso. Lince. Lince. Buitre malo. Buitre malo. Barrero. Barrera. Mario. Mario. Superlóooooooooooooooooopez.

 

Un saludo.

0 comentarios