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Francisco Velasco. Abogado e historiador

Y SI FUERA INOCENTE...

 

 Huelva padece mal de menores. En los últimos años, las desapariciones y posteriores muertes de niños onubenses han sacudido a la sociedad. Qué está pasando. No nos habíamos repuesto del caso Mariluz y nos golpean el rostro con el caso de los hermanos Ruth y José. Diluvian lágrimas sobre una ciudad azotada por la sequía. Y mientras, todos acusan al padre.

 

Algo estamos haciendo mal. La justicia basada en el derecho es la columna vertebral de un país civilizado. Acaso falle la base jurídica. Tal vez, en consecuencia, la justicia sea un asteroide hecho pedazos al chocar contra el planeta ley. Las fuerzas de seguridad desempeñan un papel sublime que no se reconoce. Los delincuentes campan a sus anchas por los pasillos de las comisarías y entre los legajos amontonados de los juzgados. Funcionarios judiciales no dan abasto. Letrados que se parten el alma en defensa de sus representados. Tanto personal y, sin embargo, pobres resultados. Algo estamos haciendo mal.

 

Los medios de comunicación son garantes del derecho fundamental a la información. Loable papel el suyo. El de la información, el del entretenimiento, el de la investigación, el de la búsqueda de transparencia. Admirables los profesionales de este sector. Sin embargo, cuando el vicio del morbo sustituye a la virtud del saber, una bala cruza el espacio audiovisual y se aloja, mortal, en el cerebro del público. Una bala por una parabellum disparada. Las cámaras registran notarialmente la realidad cercana. El pueblo alimenta su inanidad cultural, su desesperación laboral y su aburrimiento televisivo con noticias deformantes. La policía busca a un asesino y millones de ciudadanos engendran en sus lenguas a otras tantas Agathas Cristies. Los programas basuras se frotan las manos en este lupanar de tendenciosidades. La audiencia da dinero. Impulsemos la audiencia. Cultivemos los instintos más primarios del ser humano.

 

Todos acusan al padre de los dos niños desaparecidos en Córdoba. Los hechos se ponen en su contra. Las circunstancias le señalan. El juez lo manda a prisión. Su abogado defensor sostiene que no hay motivos suficientes para esta privación de libertad. Las redacciones de los periódicos echan humo. Periodistas y fotógrafos realizan guardias eternas. Centenares de curiosos se agolpan para ver pasar al culpable presunto por la alfombra roja de la ignominia popular. Asesino, le gritan. No se entiende por qué la reconstrucción de los hechos se ha llevado a cabo en pleno día. A este paso, podrían pagarse spots publicitarios para que la multitud invada el parque Cruz Conde. La canallesca reina en épocas de crisis y de carencias. A falta de pan, retorcimiento emocional. El carcaño, el cuco y el samuel pasean sus miserias a la luz de los flashes. La jauría disecciona sus rostros con el bisturí más afilado. Todo vale. Cualquier cosa menos la prudencia y la discreción. Hay que vender.

 

La inocencia no es noticia. El boom es la culpabilidad. Nadie compra rutina ni normalidades. El negocio no es sino la negación del ocio. Dos niños han desaparecido. Ojalá estén vivos. El visor del bazooka mediático apunta al padre. Las pedradas ofensivas de los linchadores de turno ofician contra el hombre. La revuelta no deja serenar los ánimos. Mala cosa eso de las pasiones descontroladas. Ciegan la mente y torturan al espíritu. Pueden caer justos por pecadores.

 

Yo me pregunto: y si el padre fuera inocente. Respondan ustedes. La presunción se refiere a la inocencia. Este derecho no está en el mercado. El crack es la culpa. Cuanta más escarnecedora, más alto el precio. Silencio. Se rueda.

 

Un saludo.

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