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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CURSO POLÍTICO

 

 El curso comienza oficialmente en la segunda quincena de septiembre. La vendimia es la festividad que lo anuncia. El final de la recolección es tiempo de alegría. Se ha sacado a la madre diosa tierra el fruto cultivado y atendido. El vino fue siempre un puente entre la humanidad y los dioses. Muy pronto el mosto satisfará el paladar de los buenos bebedores de zumo de uva. Más o menos allá por noviembre.

 

Hasta entonces, dos meses de corto día e invasora noche aguardan. Octubre se nos anuncia brillante y astillable como el ópalo pero también vistoso, discoidal, pubescente y amarillo como la caléndula. Todo vuelve a la normalidad interrumpida por las dulces vacaciones de verano. Tiempo de estudios y de retorno a la rutina confortante. En política, la carrera adquiere este año el tinte púrpura de la cosecha democrática. El evangelista Mateo nos dice: “los hijos del reino serán echados a la oscuridad de afuera. Allí es donde será su llanto y su crujir de dientes”. Excelente resumen de una soledad anunciada. Zapatero marcha solo al destierro con su derrota a cuesta. Derrota labrada con el cincel de la impiedad y con el martillo de la destrucción. El vino se hizo vinagre en falsa botella de Lacrima Christi.

 

Las elecciones avizoran un cambio de rumbo. Salvo hecatombe no descartada y con el requisito de humildad exquisita, la ciudadanía relevará al peor gobierno que el pueblo ha sufrido en la historia de la democracia. Ha sido reprobado en todas y cada una de las asignaturas y reprendido por el universo de instancias presentes. No aprueba ni las “marías”. A uno le cuesta destacar lo peor entre tanto mal. Sin embargo, a fuer de analítico, refiere la inseguridad jurídica como el factor más desintegrador. El derecho vertebra a cualquier sociedad civilizada. El imperio de la ley se yergue sobre la exuberancia salvaje de la selva. Si se renuncia a una libertad esencial para enrocarse en una efímera seguridad, se pierde la libertad y se debilita la seguridad. La libertad no equivale a locura ni es cordura la seguridad. Sus fronteras son tan finas que el territorio de una y de otra se difumina al ritmo de emociones.

 

Conócete a ti mismo, que decía Michel de Montaigne. A tu través llegarás a entender el mundo que te rodea y a las personas que se acercan a tu vida. Es momento de promesas imposibles y de borrones y nuevas cuentas. Mas no toca olvidar. Es período de saneamiento, sí, pero no por ocultación de las suciedades sino por retirada del estercolero. Los competidores en el periplo electoral podrán decir misa. Incluso en latín. Sobre todo en latín. Escúchenlos. A todos. Identifiquen personajes y voces. Si nos dicen que van a crear empleo, asegúrense de que el embustero no es el que ha destruido miles de puestos de trabajo. Si nos aseguran que desterrarán el enchufismo de la Administración, comprueben que no son los mismos que han colocado a sus parientes y amigotes. Si nos dan su palabra de que el despilfarro será enterrado, constaten que los hermanos fosores no son intrusos. Hilen con fina rueca. Los amantes del embaucamiento son peritos en dislocamientos. Los capos jamás renuncian a la maldad.

 

Comienza el curso político. El vino nuevo se ofrecerá a todos. Sin embargo, debemos ser muy prudentes. Si entregamos las llaves del nuevo Ejecutivo a los borrachos del anterior, nos convertiremos en cómplices de un desastre sin límite. Será democrática la decisión. En cualquier caso, nos mereceremos las consecuencias de la misma. Respeto y firmeza. Lo escribió el romano Cicerón: La felicidad suele habitar en la triste entereza y en la austera constancia. La alegría, la lascivia, la ligereza o la burla no son sino humo.

 

Premiemos el esfuerzo. Combatamos las frívolas lisonjas. El nuevo curso ha de depararnos expectativas de cambio real. Trabajo. Prosperidad. Libertades y derechos. Igualdad.

 

Un saludo.

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