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Francisco Velasco. Abogado e historiador

BENDITO DIECISÉIS

 

 

La influencia de la Iglesia católica sigue al alza. Basta con observar el número de críticos destructivos que han sacado sus alfanjes a relucir con la llegada del Papa. Eso de la JMJ les pone de los nervios. El fundamentalismo es un mal a extinguir. Toda religión y, por cultura y civilización, la religión cristiana, es digna de respeto. Toda. El cristianismo fue decisivo en su doctrina de igualdad de los seres humanos. Con todas las imperfecciones que se quiera, pero una feliz realidad. Ni siquiera la revolución francesa aseguró la igualdad jurídica. Y menos las constituciones democráticas actuales. En esa diatriba nos encontramos.


La historia como confrontación de buenos y malos es maniqueísmo de baja estofa. Juan Pablo II cumplió un papel estelar en el mundo católico y Benedicto XVI, que carece del carisma de su predecesor, realiza una labor sorda de singular importancia por más que pase inadvertida. La Iglesia es necesaria en la medida que administra los asuntos de los fieles. Guste o no, es así. Se tenga, o no, fe, la evidencia aplasta. Que los editoriales de algunos periódicos subvencionados por Zapatero lanzan soflamas de repudio, pues muy bien, están en su derecho e incluso forma parte de sus obligaciones. Ni las discuto ni las reprocho. Lo que sí rechazo frontalmente es el ataque político a una persona que, aparte de otras connotaciones, es el Jefe del Estado del Vaticano.

 

Que no hable del aborto, bramó amenazante Jáuregui, uno de los del GAL. Que no se inmiscuya en la política española. Él si puede hacerlo en la labor pastoral de la Iglesia. A sabiendas de su situación de superioridad. No haría lo mismo con el Dalai lama o con el Arzobispo de Canterbury y qué decir con algún alto dirigente islámico. Pero, bueno, con la Iglesia todo vale. País.

 

Si la Iglesia condena el aborto, forma parte del mensaje del Sumo Pontífice recordar el pecado. No el delito, si lo hubiere. El pecado. Las intervenciones del Gobierno sobre este tema no es ya que denoten, sino que connotan. Le chorrea la dosis de subjetividad. Cada aborto que se ejecuta (sic), muesca en su revólver de abortador mayor del reino. En su objetivo de conservar tan dudoso galardón. Cómo se atreve la Conferencia Episcopal a rechistar. Qué osadía la de los obispos carcas que refutan una ley psoecialista.

 

El Gobierno sí pontifica. Y dogmatiza. Descorren cortinas de estancias ajenas al tiempo que telones herméticos censuran problemas candentes. Porque el desempleo se agrava. Porque la crisis se hace más aguda. Porque las empresas cierran. Porque el consumo se arrastra. Porque el futuro amenaza vendavales. Porque el (des)Gobierno aumenta. Porque los nacionalismos se encrespan. Porque los abertzales campan a placer. Porque la democracia se corrompe. Porque los valores se diluyen. Porque la corrupción invade. Porque la educación naufraga. Porque a la sanidad se la ayuda a morir. Porque el ejército no defiende la unidad. Porque se pervierte el Derecho. Porque...

 

Juerga de ministros descabezados. Gesticulante corifeo de una tragedia de final previsible. Compra de voluntades parlamentarias. Control policial de la ciudadanía. Pérdida de libertades cívicas. Indignados de prédicas oficiales. Imperio del gran hermano Sitel. Vertedero de los parlamentos regionales. Dudosa credibilidad de algunos tribunales. Unificación antidemocrática de poderes. Ineficiencia de una mastodóntica Administración Pública.

 

Bendito Dieciséis viene a España en son de concordia. Alguno españoles le reciben con aires de guerra. Qué males padeceremos en esta patria nuestra que los valores cívicos se transforman en desgracias alentadas. Bienvenido Ratzinger. Bendito Dieciséis.

 

Un saludo.

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