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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CURBELO, CÚRVELO

 

No podía ser de otra manera. Curbelo es, sin duda, militante aventajado del Psoe. Tan buen discípulo es que se ha ganado las alas de senador de España. Excelente maestro que casi nació presidiendo el cabildo de La Gomera. Es tan antiguo como el Garajonay. Parece ser que armó camorra en un puticlub o en una sauna, a saber, que las demarcaciones ociosas las carga Rubalcaba, y la policía se lo llevó camino de los calabozos. Parece ser. Así, al menos, los periódicos recogieron la noticia. También puede ser la versión de los agentes de las fuerzas de seguridad.

 

Lo que no es, eso, seguro, es lo que suelta por esa boquita de comensal el señor Curbelo. Refería al inicio que este español de Canarias -ojalá que no se apunte al independentismo de Cubillos-, era un digno miembro del partido de Zapatero. Por lo que miente. Por lo que deforma. Por lo que manipula. Por lo que ventila al exterior. La culpa es de Rajoy, vociferaba al tiempo que imprecaba a los moros y a los gangosos. Esto es una trama del PP, se desgañitaba sin enronquecer. Y es que una de las grandes virtudes inmorales -valga el oxímoron- de la escuela psoecialista de verano es la enseñanza primaria de cómo defenderse de acusaciones certeras a partir de la proyección de las mismas al enemigo. No es necesario que se trate de políticos. Se lanza el obús contra un ciudadano de a pie, un guardia civil, un fiscal, un juez o un tócame allá las narices.

 

El psoecialismo está fuera de toda culpa. Su inmaculado proceder le exime, a priori, en medio y ex post, de toda actuación despreciable. Curbelo no ha estado con prostitutas. Ni pensarlo. Sin duda, jamás puso los pies en antro de perdición. El hombre salía con su hijo y un amigo de tomar unas copichuelas a fin de incrementar el consumo español que bien necesita un impulso. En mi tierra, se llama a esto encorvar. Encorvar es sinónimo de curvar. Y curvar no es sino doblar y torcer algo hasta ponerlo corvo. De ahí el cúrvelo, Curbelo. El senador del Garajonay no es presunto inocente. Eso queda para algunos privilegiados. Curbelo es inocente sin presunción alguna. De manera indubitada. Por huebos con be.

 

Es mentira lo del erotismo o lo de las meretrices. Por favor. Un senador del reino de España. Pasaba por allí. Cómo podía imaginar este pater senatorial que en la capital de España hubiera locales de mal querer y excelso mirar. Y en cuanto a la policía que le detuvo, es rotundamente falso que él les sustantivara lo de cabrón y lo de hijo puta. En realidad, es que los godos no entienden la jerga de los guanches, se lamenta. Exclamaba que Ramón, Ramón, esto no está en la ruta, la que señala la guía turística. Además, si él se entrega en cuerpo y alma al parlamentarismo de la Cámara Alta. Se toma tan en serio su labor representativa que en todos los años que lleva en el edificio de la Plaza de la Marina, no ha registrado una sola iniciativa. Alma cándida. Cómo va a mezclarse este hombre santo con gente del oficio más viejo del mundo. Que no, que no. Ni tampoco entra en cabeza humana que increpara a los guardianes del orden rubalcabiano.

 

Cúrvelo, señor Curbelo. Hace pero que muy bien. La rectitud no es patrimonio de todos. Cuánto mejor la curva. Observe, si no, los trazados de las calles arábigo-españolas. O la charis de Praxíteles. Y qué decir de las salomónicas columnas de nuestro impar Barroco. Cúrvelo, señor Curbelo. No siga la recta razón o el conocimiento práctico de lo que debe hacer o decir. Curve, arquee, combe, ondule, contorsione. Es más propio de los de su bando político. La verdad no se escribe con be de curbelo sino con la uve de cúrvelo. Así que, nada, señor inocente. Por cierto, si va por Catalayud, no pregunte por la Dolores.

 

Un saludo.

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