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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DESCOLGADOS CON CLÁUSULA

 

 Lo escribí hace poco más de un año. Las mentiras más crueles de Zapatero vienen referidas a los recortes sociales. Su demagogia circula en una dirección de carril único: el poder. Decía entonces y reproduzco ahora: "No habrá recortes sociales". "Defendemos los derechos de los trabajadores". "Rechazamos cualquier intento de la patronal contra la clase obrera". "La banca española es la más sólida del mundo." "Mientras yo sea presidente, no habrá reformas drásticas que comporten recortes salariales o congelación de pensiones." Lisonjas que esconden mentiras y mentiras encubiertas de lisonjas. Zapatero dixit.

 

Corría el opiáceo y futbolístico junio de un año atrás. El campeonato del mundo hacía respirar a ZP. Los mejores, suspiraba el presidente menguante. Los colgados. Los españoles estábamos colgados de la percha mayor del armario monclovita. El obrero no puede, ya, sujetarse al convenio colectivo. La cláusula estipula que el patrono puede modificar, motu proprio, las condiciones de trabajo de sus empleados. Cambio a malo. Tránsito a peor. Se vuelve al ámbito predemocrático. Se cisca el espíritu, que no la letra ignota, del Estatuto del Trabajador. Sólo para empresas en crisis. Sólo. No hay soledad. La excepcionalidad se halla en la empresa no sujeta a la crisis. No hay. Toda empresa sufre la crisis.

 

Retorno a 1979 y al Acuerdo Nacional sobre el Empleo de 1981. En 2011, cuatro años después de que la crisis nos estallara en la cara y el vendaval del paro se llevase los sueños de millones de españolitos, se acude a la cláusula de descuelgue. Ineptos, sí. Incompetentes, también. Los empresarios van a optar por el despido antes que por el recorte de salarios. Lo sabe el más lerdo. Sí hay vuelta atrás. Todo un torbellino de retrocesos. Los indignados no yerran en el mensaje. Se equivocan, adrede, en el destinatario. En vez de reclamar al del obús, acosan a la Oposición del PP. La consigna es clara. Antes de perder las elecciones, demorarlas, aplazarlas, preterirlas, suspenderlas,... detenerlas.

 

La memoria histórica permite modalidades. La primera, y principal, es recordar a todos que lo que nos enfrenta es tanto y tan grave que se debe desterrar aquello que nos une. O sea, mantener encendido el fuego guerracivilista como aviso a los navegantes empresarios de la derecha. La última, y esencial, consiste en recobrar el régimen sin libertades que dicen denigrar pero que adoran. La postergación de la imperativa electoral es un instrumento al servicio del pensamiento único. Se dice querer retornar al régimen republicano prefranquista, cuando en realidad se persigue poner de pie la dictadura subsiguiente. Esperar a marzo de 2012 para celebrar las preceptivas elecciones generales, está en la agenda psoecialista. En su mente se cuece, sin embargo, otra idea más repugnante: demorar sine die su convocatoria.

 

Si el elemento nuclear de un sistema electoral en un Estado democrático es garantizar la libre expresión de la soberanía popular y ésta sufre presiones disuasorias y obstaculizadoras, queda claro que la convivencia no está asegurada. Rubalcaba verá el cielo abierto para interrumpir la fiesta de la democracia. Razones de seguridad nacional, nos espetará. Gobierno de emergencia, nos lanzará. Es que, razonará, la crisis es bestial, la nación está fracturada, el terrorismo etarra amenaza de nuevo a causa de la ilegalización de Bildu, el asamblearismo toma carta de naturaleza y una interminable ristra de males que estos bomberos del averno sembraron. El rey...

 

Si se acude a la cláusula de descuelgue, es porque colgados los trabajadores, lo mismo harán con los españoles todos. Si no nos descuelgan es porque no nos hemos dejado colgar. Colgados o no, todos pendemos de una hilacha. En América, a la hilacha la llaman harapo, guiñapo. En suma, un guiñapo el Gobierno neofranquista de Rubalcaba.

 

Un saludo.

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