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Francisco Velasco. Abogado e historiador

FOFFERÍAS

 

 Por metro cuadrado. Fofferías golfas y golferías foffas. Después de ocho años de vida, la fundación FAFFE que la Junta de Chaves se inventó para honra y prez de los corruptos, toca a su fin. Se la han cargado. Unos listos la fundaron para impulsar y dinamizar el tejido productivo andaluz. Pura tapadera. En realidad, era la administración paralela de la Consejería de (Des)Empleo. A más paro, más coartadas de cursos de formación. Viera la parió y Reció la enterró. Durante su vida, algunos lo pasaron pipa. Doscientos cincuenta y dos millones de euros se han gastado en la tela improductiva. Casi trescientos mil millones de pesetas. Más de un cuarto de billón con b de bazofia. La leche.

 

Empleo, ni uno. Parados, más de medio millón. Los patronos y directivos van a ser condecorados por su eficiencia y su contribución al record mundial de creación de desempleados. Un caso único, excepcional. El decretazo contra los funcionarios tiene en FAFFE una de los mayores boquetes de coladero. Nepotes, a millares. Familiares, por centenas. Amantes, más de uno. La institucionalización de la foffería es una de las más perniciosas contribuciones de Chaves a la historia grande de la corrupción andaluza.

 

Los sindicatos del pesebre se escandalizan, ahora, de que se subvencione el crematorio de la yacente con dieciséis milloncejos de propina. Hombre, por lo que gozó en vida. Que en ultratumba disfrute un nivel semejante. Los “probes” Miguel carecían de ánimo de lucro. Sin embargo, voluntad de lujo, toda. Toa, toa, toa. Salarios millonarios, dietas astronómicas, coches oficiales, con sus correspondientes chóferes si venía al caso, artilugios informáticos de primerísima calidad y ultimísima generación. Lujo sin lucro. Será posible tanta desvergüenza.

 

Extinta la FAFFE, los hijos del engendro no engrosarán las interminables listas del paro. Ni Recio auditará las cuentas. Ni se pedirán explicaciones por despilfarros tan indecentes. La foffería es patrimonio nacional de la Andalucía psoecialista. Menos mal que uno no tiene parientes en tan infausta institución. Menos mal. Porque mira que si alguno de mis hijos o de mis hermanos o de mis primos se hubiera beneficiado de la puerta falsa. Qué vergüenza, papi. Se me caería la cara a trozos. No podría asomarme a la puerta ni mirar a los ojos a los vecinos.

 

Les doy mi palabra que las fofferías no van conmigo. Les doy mi palabra. Y mi palabra es mi firma.

 

Un saludo.

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