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Francisco Velasco. Abogado e historiador

TROITIÑO

 

Los prolegómenos del 22 de mayo se presentan moviditos. Suceso tantas veces anunciado. La izquierdilla izquierdona izquierducha no está dispuesta a rendirse sin presentar la batalla del atentado. Con bombas o sin bombas. La fukushima radiactiva de la inseguridad jurídica está en marcha. Más que fukushima, un chernobil en toda regla. La fuga de Troitiño es peor que un escape de plutonio enriquecido. La justicia tiene que ver con la desaparición del etarra. El Gobierno tendrá que explicar su huida.

 

Mayor Oreja es el oráculo viviente en materia de terrorismo. Lo ve venir desde lejos. El que Trillo pida ahora la apertura de una investigación y la consiguiente depuración de responsabilidades, viene a indicar la solvencia entre uno y otro políticos del PP. El primero, firme como la roca y acertado como el misil. El segundo, preñado de contradicciones entre su quiero y no puedo. La Audiencia nacional, en el meollo del asunto. Si los jueces españoles son como los que han puesto en libertad a un asesino sanguinario, mejor nos vamos a la Argentina de Videla. Si el subgobierno de Zapatero se parece tanto al de Gadafi, es preferible vivir en el país norteafricano. Al menos, sabremos a qué atenernos. En la Argentina de la dictadura criminal o en el Chile de Pinochet, se sabía con quiénes nos la jugábamos. Lo mismo que en la Libia del otrora amigo de Occidente. Pero en la España de los fascistas que rigen el país, nunca se tiene el convencimiento de la estabilidad política ni, mucho menos, de la certidumbre moral.

 

Repugnante la actuación de la justicia y macabro el argumentario de don Alfreddo. Al cabo, la mafia batasuna impone sus tesis. Sortu, Bildu o la madre que parió a los cobardes terroristas y a los indecentes gobernantes que ante ellos se pliegan. Vamos a padecer el terror etarra porque el subgobierno necesita distraer el paro parón cara a las inminentes elecciones municipales. Telones de humo cubren el problema del desempleo atroz. Los españoles votarán en medio del incendio provocado por pirómanos desventurados a fin de que el viento se lleve el recuerdo de la miseria que padecen cinco millones de españoles.

 

Trillo se pierde en la mesura de su torpe recorrido político. El PP no puede dejar en manos de tan melifluo personaje la pesada carga de oponerse al pérfido Rubalcaba y a su cohorte de policías entregados. Los abertzales, encantados de conocerse y de saludar a tan desdichado vicepresidente. Hoy consiguen una sentencia favorable. Mañana, si se retractan de la misma, el pájaro habrá volado lo suficiente para estar fuera del alcance de los cazadores inadvertidos. En tanto, las actas de la muerte se cumplen de manera inexorable.

 

Absoluta vergüenza judicial. Así ha llamado el presidente de una asociación de víctimas el luctuoso hecho de la excarcelación de Troitiño. Más alto se puede decir. Más claro, es difícil. En cualquier caso, me permito matizar lo del error o lo de la negligencia. El error, de haberlo, sería tan superable como el de preguntar a un vecino dónde se halla la farmacia de la esquina. La negligencia, dolosa. No cabe en la cabeza que unos profesionales de la sabiduría jurídica de los de la Audiencia Nacional incurran en indiligencia tamaña. Mientras, Troitiño mira al cielo y realiza cumplido corte de mangas a los muertos que él asesinó. Al tiempo, lanza un guiño cómplice a los vivos que él mantuvo. De Juana Chaos y Josu Ternera disfrutan del paraíso de libertad que ellos negaron a sus asesinados.



Zapatero vegeta sin que el rencor disminuya su atormentado cerebro de maldirigente envilecido por el poder. Espera el milagro traicionero de un nuevo Atocha. Con tal de demostrar que lo suyo es culpa del mundo, el diluvio universal que ahogue a España. Troitiño es una tormenta que preludia lo que él anhela. Muchos Troitiños sembrarán el caos. Entonces, las elecciones tendrán un ganador distinto al que las encuestas preconizan. Adiós, Troitiño. Adiós.

 

Un saludo.



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