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Francisco Velasco. Abogado e historiador

SANTA INDIGNACIÓN

 

Malos tiempos para la lirica. La poesía, en general, no halla hueco en el predominio del macizo. Las paredes del edificio de la sinrazón no dejan resquicio a la más fina saetera. La luz, puertas afuera. En el interior, la oscuridad que fortalece el arcano. El secreto se reserva en la cripta. Se conoce su existencia pero se ignora su sustancia. Se especula sobre su contenido mas el código se entierra en el misterio. No cabe sino la elegía. Llanto y plañido. Lamento.

 

La búsqueda de otro 11-m. El 22-M pide paso. El pueblo reivindica un cambio. Tanto tiempo en el hedor amenaza gravemente la salud. En el submundo de las moscas, de las cucarachas y de las ratas, la pestilencia es el alimento. No es posible la supervivencia de estos animalitos de la inmundicia en territorios de limpieza, de claridad y de virtud. Las elecciones municipales arrastran vientos luminosos. Sin embargo, el poder levanta los puentes del cambio, inunda los fosos de la segregación, dispone los cañones de la muerte y lanza soflamas de resistencia contra la ciudadanía.

 

Los españoles quieren un escenario distinto. Harta la mayoría de golfos hambrientos de poder y huérfanos de vergüenza. La sede parlamentaria se ha convertido en mercado de votos que prostituye el valor de la palabra. El Gobierno ejerce como dictadura por más que haya tatuado en su frente la democracia que le repugna. Y la justicia... Ah, la justicia. Murió. Ella solita. No obstante, entre todos la asesinaron. La columna vertebral de una sociedad cayó en las redes del Ejecutivo. La eterna aspiración del tirano fue ser juez y parte. La manipulación de los medios extremos viene anunciada en la esquela que se publica en el obituario. Rubalcaba maneja el látigo del amedrentamiento sistemático escoltado por magistrados afines y compinchados policías. El sueño del biministro Belloch se hace realidad. Don Alfreddo ha estrenado un escenario largamente estudiado. El fragor de la porra se atempera en la puñeta de la toga. La igualdad ante la ley se repite con la monótona regularidad de la oración insensible y mecánica.

 

Jueces para la democracia se instala un chiringuito en la feria de las turbaciones más exaltadas. La democracia, dicen, requiere mecanismos asociativos para que la ley triunfe plena. José Antonio Alonso se instituye mesías del movimiento fascista que confunde la democracia con su justicia y de su justicia única pretende hacer norma plural. Oxímoron inaceptable. El punzón romo no puede ser afilado. Como el pensamiento único jamás engendrará libertad de expresión. Los jueces para la democracia expulsa del concepto a los que no se dejan enredar en la tela de araña de su demagogia. El instante interminable es una falacia limitada por la lógica y amplificada por la literatura. El momento, eso sí, puede cercenar una vida y la eternidad se abre paso en ese efímero segundo.

 

La desesperanza se adueña. La fe busca refugio en lo clandestino. La incredulidad juega una partida de naipes en los comedores sociales. El auxilio social compite con las superficies de delicatessen. El poder rechaza a la justicia. La masa todo lo acapara. No se distingue, en el cáncer, el foco principal. La enfermedad del cangrejo avanza porque nadie quiere revisar el origen de la misma. El cuerpo físico sufre la tara del cuerpo social. Los jueces se reúnen en banderías de derecha y de izquierda. La lectura del Quijote admite traducción e interpretaciones. La ley se ejecuta en función de traiciones y de exégesis. Los medios extremos beben las aguas turbias del Gobierno. Turbias pero plácidas. Importa sobre todo la ausencia de esfuerzo aunque la potabilidad del líquido sea dudosa. Como perros sedientos, se abalanzan para recoger la dádiva del amo. Como hienas rodean la presa que les señala el magistrado venal.

 

El once de marzo se duplica en el veintidós de mayo. La gente se conforma con poder votar en paz. Sin amenazas. Sin atentados. Sin extorsiones. Sin pistoleros. Sin rufianes. En paz. Con dignidad. Que la santa indignación advenga si la fiesta electoral deviene funeral democrático. Entonces, la estabilidad será completa. El cementerio está lleno de indignados. Y de indignos.

 

Un saludo.

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