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Francisco Velasco. Abogado e historiador

QUÉDATE EL PISO

 

 María acaba de cumplir 31 años. Su pareja la ha abandonado. Ha ingresado en la lista del paro. Ahora tiene que regalar su piso al banco. Forma parte de la legión de jóvenes que cuatro años antes creyeron en la bondad del sistema que les anunciaba el gobierno de Zapatero. Pleno empleo. Viviendas baratas para los jóvenes. Créditos blandos y asequibles. Arcadia feliz. María ha envejecido. Los amores se esfumaron. Los ingresos se estrangularon. El nido voló a la madriguera del cuco. La estafa política se cimbrea en una mentira contumaz y continuada. El infierno de Dante se aparece espectral y engulle a sus moradores. La vida pierde sentido. La diosa de la justicia olvida su ceguera para ver cómo quebrar el hierro de la espada de la propia ley.

 

Un tribunal de Navarra quiso poner una pica en Flandes y ha terminado con el rejón en su espalda. La dación en pago de la vivienda basta para cubrir la deuda hipotecaria. Te devuelvo las llaves. La traditio es suficiente, sentencian los jueces. Quien entrega todo no está obligado a más. Salvo que se le hipoteque el diario vivir. La casa no vale la deuda. La bestia salvaje quiere más. Acude a la ley que rompe al pueblo y engorda al rico. El monstruo insaciable predestina el futuro de los hipotecados.

 

El tiranosaurio rex muestra en sus dientes afilados la letra impresa de la norma. Todo. Hasta el último céntimo de euro. Bienes presentes y futuros. El sacrificio de las jóvenes vírgenes apaciguará un instante la voracidad de la fiera. La norma es cierta, previa y escrita, sí, no se duda. Pero la norma que cumple esos requisitos se promulga en un contexto bien distinto. Ayer tenía su qué. Hoy el qué es devorado por las fauces del cómo. Rebus sic stantibus. El paro parón. La mentira artera. El latrocinio de los reptiles. La corrupción institucional. La insaciable banca. La pérfida caja. El distraído regulador central. El gobierno perverso y tirano. Las cosas están así. La ley no se asume en este estado de putrefacción pública. La norma es el pacto que no debe mantenerse. Las tornas cambiaron. Las partes incumplieron. El contrato extravió su objeto.

 

Seguridad jurídica, por supuesto. Millones de españoles sucumben al tsunami de la pobreza. Se les vendió un mundo dichoso y compraron un universo inmundo. Alguien engañó al personal. Muchos trampearon las circunstancias. Demasiados fueron cómplices que cooperaron en la estafa. La burbuja del ladrillo es, en realidad, la ampolla del cemento. El especulador nunca es el españolito que sueña con un piso propio a costa de malgastar toda su existencia en pos de esa quimera. El banco es el broker malvado. El banco que presta a sabiendas del difícil acoplamiento. El perito tasador infló el precio. La ancha mano concedió el sabroso crédito quasi vitalicio. La araña tejió su red y atrapó al incauto. Por millones. Prestaban cien a lo que no valía sesenta. Inducían a la espiral del consumo en la confianza de que tantas vueltas acabarían mareando a las perdices. La casa no valía ni de lejos el precio. Abuso como usura. Usura insoportable e inadmisible.

 

La ley de consumidores y usuarios, mientras tanto, vaca. Vagos y gandules los legisladores. Intérpretes los jueces. Siervos los ciudadanos. Víctimas propiciatorias de un rito satánico. Gobernante, sumos sacerdotes del becerro de oro. Quédense con los pisos. Ya nos quitaron la vida. Y la esperanza. Métanse todo donde les quepa.

 

Un saludo.

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