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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ZARRÍAS, EL PRESUNTO

 

 Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias a su defensa. (artículo 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).  El artículo 10.2 de la Constitución Española se expresa en los siguientes términos: “Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con ella".

 

Presunción de inocencia que se consagra en Estados donde impera el Derecho y no la mafia o el fascismo. Todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario. Salvo que lo diga Zarrías, don Gaspar. Convendrán conmigo en que Gaspar es un ciudadano que ejerce su derecho a la libertad de expresión. Verdad que sí. No obstante, me darán la razón en tanto esa libertad no diluya como azucarillo en aguardiente el derecho de los ciudadanos a su inocencia penal. O lo que es lo mismo, a no ser considerados delincuentes mientras no exista condena firme. Don Gaspar que, para desgracia de este país, es Secretario de Estado (de alarma), niega a los controladores aéreos la presunción de inocencia. Acaso porque se pasa por el forro de sus pantalones los derechos humanos y por el siete de su corazón las garantías constitucionales.

 

De otra manera, no se explican sus injuriosas palabras sobre los trabajadores. O sí. Después de tantos años de correveidile del ex virrey andaluz, sr. Chaves, pasaportado éste a la vicepresidencia florero del Ejecutivo inane de España, Zarrías se considera con derecho de pernada verbal y trata  a los inocentes como presuntos delincuentes. Es un enamorado de la España democrática. Se le nota. Vaya que sí. Los controladores, delincuentes. Y para que no se quede ahí su andanada dialéctica de barrio de hampa, arremete contra Rajoy y, ya que estamos, por qué no aprovechar el viaje y propinar un obsequio calumnioso al Partido Popular, en tanto cómplice de los supuestos huelguistas. Dónde no llegará la desesperación de los psoecialistas para exprimir el limón del desabrimiento y aplastar al enemigo único, sin importar otra cosa que su destrucción y su eliminación de la faz de la tierra.

 

Maldice Zarrías. Si Rajoy es uno de los miles de españoles afectados por la lamentable actuación de los controladores y la inaceptable gestión de ZP y los suyos, pues nada, se le acusa de estar disfrutando del sol de Lanzarote y de la molicie de los desahogados. Eso, por irse un par de días de la Península. Si Zarrías irrumpe así en la vida pública en su condición de alto cargo del Gobierno, qué no dirá y/o hará en su vida privada. No quisiera encontrármelo en la calle, no fuere que se perdiera en mi pecho una patada como la que aquel holandés propinara a Xabi Alonso en el partido final del Mundial. Zarrías sirve para eso de cocear con el verbo. Con otros apéndices menos inmateriales, no sé que no sé.

 

El oportunismo de Zarrías es obsceno. Obsceno y abyecto. Fascista. No se alarmen, señoras y señores. Zarrías y los suyos son así y no de más carne. Les va la marcha con las botas altas y la mano abierta mirando al cielo. Les va, les va.

 

Mientras tanto, el señor Zapatero estaba presuntamente escondido. Tal vez, avergonzado. Posiblemente. En cualquier caso, si es Presidente, entre el footing y los mutis por el foro, más bien parece presunto primer ministro que ministro primero. Nadie puede creerlo. Ni va a la Cumbre Ibroamericana ni da la cara en la sima aeroportuaria. Dónde estará ZP. Presuntamente, el presunto Secretario de Estado (de alarma) lo sabe. En Lanzarote, desde luego, no. En Madrid, tampoco. Al menos, nadie lo ha visto. Ni falta que nos hace.

 

Un saludo.

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