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Francisco Velasco. Abogado e historiador

VÍA SOCIAL

 

La reivindicación de la jornada laboral de ocho horas se remonta a 1886, en Chicago. Tres años después, la Segunda Internacional quiso rememorar la efemérides y homenajear a los obreros ejecutados. Eran tiempos de lucha y de supervivencia. En 2010, la lucha es otra. Cinco millones de parados en España introduce una tesis que destroza síntesis precedentes. La tesis descansa en lo que comporta para la clase trabajadora soportar el duro peso del desempleo. El paro se escenifica como muerte anímica y moral. Muerte de cuya responsabilidad no debe escapar este Gobierno inepto.

 

Apenas unos meses, el todavía presidente se jactaba en decir que de la crisis se saldrá por la vía social. La bobada hecha engaño y el engaño mitigado por la autoría de un áspid con rostro de lagartijilla. Como si no supiera que la vía social que preconiza es, hoy, un muro infranqueable que él ha ayudado a levantar.

 

La vía social se escribe en letras mayúsculas y el texto se resume en la creación de empleo. En esa prédica cabe toda la novena. A partir de ese objetivo improrrogable, hay que urdir todo el tejido productivo del Estado. A ese fin, es preciso que la economía se someta a una inmediata operación quirúrgica de asepsia y de recomposición. Se hace necesario un diagnóstico fiable, que no se compadece con los bandazos insufribles del cirujano intruso. Si las medidas gubernamentales se mantienen en la ineficacia del último sexenio, es preferible cambiar de hospital o relevar al jefe del quirófano. Es que no sólo no tiene idea de lo que tiene entre las manos. Es que, el muy majadero, está convencido de tener razón. Su razón es la sinrazón de una situación desesperada. Así nos va.

 

Defender el empleo es rechazar la injusticia de un sistema podrido que se preserva a base de sal y perfume. Pero huele mal y sabe peor. No basta con inyectar euros a la banca. Se ha de exigir a la oligarquía financiera que compense las ayudas con la facilitación del crédito. Y se ha de reclamar al Gobierno que la política de austeridad se ejecute con tanto rigor como premura. Pero que dé ejemplo y, aparte de adelgazar la obesa ristra de ministerios inútiles, se desprenda de la estolidez que exhala. Recursos prescindibles, fuera. Asesores canallas, a la calle. Gastos superfluos, ni uno. El ejemplo dado es la autoridad rogada.

 

La vía social es la información veraz a la sociedad del fondo de la crisis. O el reconocimiento de la garantía de las pensiones. O la inversión justa en programas de desarrollo sostenible y de infraestructuras. O la búsqueda de un plan tributario que fomente la renta disponible. O el propósito de una más justa distribución de la riqueza.

 

En este orden de cosas, la democracia que pervierten Zapatero y los suyos pierde su calidad de soberanía nacional. Mendaces son quienes se escudan en la democracia para imponer, subliminalmente, un régimen tiránico. Para los servicios sociales que ofrece el Gobierno, que sea la Iglesia la institución que los gestione. Al menos, el dinero no se perderá en vericuetos imposibles y llegará fielmente a sus destinatarios.

 

Con los Presupuestos para 2011, un buen gestor hace virguerías. Un administrador experto, milagros. Zapatero no forma parte de la estirpe de los buenos ni de los expertos. Ni siquiera tiene sitio entre los mediocres. Si buscan su rango, investiguen en estratos más bajos. Escarben. Caven. Excaven. Muy hondo. No lo saquen de allí. Por la vía social, déjenlo donde lo hallen.

 

Un saludo.

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