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Francisco Velasco. Abogado e historiador

FELONÍA NACIONAL

 

Blanco y De la Vega lo niegan. Que Zapatero esté en entredicho. Ni antes ni después de lo de Tomás Gómez, aseguran. Se debaten los dos prebostes psoecialistas entre la traición al partido y la traición a la persona. En cualquier caso, la traición persiste. El problema radica en la elección del traicionado. Al igual que ZP, sus dos más estrechos colaboradores públicos son exponentes de una generación y de una escuela de felonía nacional.

 

Ese historiador inmenso que es Henri Kamen declaró, en cierta ocasión, algo así como que Zapatero es propenso a traicionar a sus aliados. Traicionar supone renegar, con dichos o actos, de un compromiso de lealtad. Desde un punto de vista político, se puede decir que es traidor quien comete actos terroristas, o quien conspira contra el Estado, o el que difunde ideas contrarias al orden estatal establecido, o quien colabora con estados enemigos.

 

El gran Vicente Espinel escribió en el Siglo de Oro de nuestra literatura que eran traidores las personas que no comprenden el tesoro que poseen quienes disfrutan de una conciencia honrada y pura. Kamen y Espinel compartían, en el tiempo distante pero en la inteligencia próxima, la misma idea sobre la alevosa vileza de los desleales. No conoció el eximio creador de la “décima” al presidente del Gobierno de la España de dos mil diez. Mas debió intuir la tipología de pájaro que anida junto a las sombras chinescas del poder más absoluto.

 

Los británicos han conformado, desde siempre, un pueblo que no da puntadas sin hilo y que cuando tejen, la rueca hila muy fino. Saben alimentar, con regalos envenenados, el afán de protagonismo de los políticos paletos. Empeño, dicen, que acompaña a quienes esgrimen como arma la dialéctica de bajo cuño y corto recorrido. Es el destino de los tontos útiles para el vecino y corrosivos para los de su casa.



Los hijos de la Gran Bretaña conocen la debilidad de ZP. Le han dejado jugar a la Alianza de las civilizaciones y le han endilgado, como compañero de partida, a otro peón, menos narciso pero igualmente comible, el turco Erdogan. La pérfida Albión riega y abona la mitomanía y la megalomanía irredentas del Secretario General del Psoe, consciente que es un caso de libro entre los que creen que el Gordo de la lotería premia al más listo y no al más quebrado. Prestan dinero al ludópata para engordar la caja de caudales del casino que regentan. Traspasado el patrimonio, dejarán al aliado en la misma ruina que la Armada Invencible quedó por razones distintas a la fuerza de las tempestades.



Zapatero engaña, un poquito pero cada vez menos, a los de dentro. Ni un segundo a los de fuera. Lo manejan como el títere que, en política exterior, se le calibra. Los ingleses defienden con uñas y dientes el valor del patriotismo. Inteligentes los anglosajones. Primero ellos y después también ellos. El europeísmo de Inglaterra es tan sincero como la voluntad pacifista de Napoleón. Si presionan un poco, les cedemos Gibraltar. Sin más.

 

Rey de la conjura y de la maquinación, el Imperio británico sopesa con la precisión del tallador de diamantes el valor de cada microquilate. Cameron, Sarkozy y Merkel están unidos por una progresista ideología conservadora que conducen con la pericia del mejor piloto de Fórmula Uno. La alucinación ideológica hace creer a Zapatero que, con su viejo bólido de marchas progresistas y de embrague a la más torva derecha, puede competir con aquéllos. El interés de los grandes en traicionar al comparsa es ninguno. La deslealtad se abre paso en el surco de los suelos más yermos.



Zapatero es un mal presidente. Los de su gabinete ministerial, indecentes hombres y mujeres de Estado. Están hasta el gorro de ser segundones de un tercerón venido a más. El póker está servido. Las cartas están en manos de los tahúres. Entre infames, la delación se mide en milímetros de perjurio. Juro que siempre te seré fiel, presidente. Igual que a la señora a la que ese truhán del Congreso llamó señorita Jiménez. Dios los cría y ellos se juntan.



Un saludo.

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