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Francisco Velasco. Abogado e historiador

SÍ, BWANA

 

Peces Barbas, uno de los papás de la Constitución, se queja. Todo un ejemplo. Todo un síntoma. El síndrome del desaliento.

 

Que don Gregorio se queje, debe alarmarnos. Que uno de los políticos más poderosos de la izquierda psoecialista proclame su hartazgo de cómo su partido ejercita el poder, reclama nuestra atención. Si este personaje de relumbrón se lamenta sobre el Gobierno de Zapatero, hasta qué punto de la coronilla estará la ciudadanía, el común. Hasta qué extremo hemos llegado para que el gran constitucionalista, y tendencioso político, lance al aire palabras de sumisión como la que da título al presente artículo. Sí, Bwana.

 

Este madrileño septuagenario se siente mal. Pobre hombre. Ha pasado a engrosar la lista de los arrinconados por el presidente narciso. A José Luis, constitucionalista de contra, le va a toser Gregorio, maestro constitucionalista de pro. En qué mundo estamos. Al revés. Aquí no manda el sabio. El poder recae en el sabihondo. En España no impera el saber, sino la picaresca. La autoridad no se halla en manos de la persona ejemplar, sino del pillo sin escrúpulos.

 

Pero hombre, Gregorio, a estas alturas de su vida, cómo se le ocurre agraviar al césar y ponerse de lado de Tomás Gómez. Acaso había olvidado la frase lapidaria del hermano de Juan Guerra de que quien se mueve, no sale en la foto. Ah, Gregorio, la memoria nos juega a todos muy malas pasadas. A su edad, Gregorio, y con su experiencia, no puede pasar por alto que llevarle la contraria a Zapatero es un suicidio político. El de León tiene a todo el grupo en un puño. Los más dóciles comen de su mano. Los díscolos, reciben la ostraka, como don Francisco enviaba al motorista para destituir a un ministro.

 

Mas si el recuerdo le es infiel, permítame una ayuda. Usted fue uno de los guiñoles que empleó su presidente para ejecutar su nefanda política de desmembración del Estado. Guiñol consentido que, por un momento, creyó en la importancia vital del discurso que, por su boca, soltaba el manipulador de muñecos. Cuando le nombró Alto Comisionado para el Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, Pepe Luis colocó el rábano allá donde el caballo atiende con celeridad la orden. Y el caballo, mira que te mira, caminito adelante.

 

Tan bien hizo su papel de desmantelamiento de las asociaciones de víctimas de ETA y bandas terroristas similares, que se le acusó, con toda razón, de favorecer al Partido, su Partido, y al Gobierno, su Gobierno, en vez de alentar e impulsar las reivindicaciones de la asociación de familiares de asesinados por las hordas canallas del crimen nacionalista. Ni siquiera se dignó acudir a las manifestaciones de estos colectivos de víctimas. Alegaba usted que se debía a su Gobierno, que es su partido. Llore, llore, don Gregorio, pero sus lágrimas de cocodrilo no hallan acogida en quienes defendemos a las asociaciones contra el crimen organizado del independentismo más cruel y despiadado. Llore, llore.

 

Como lloraría, de placer, de disgusto, de descanso o de ira, cuando, a los dos años de hacerle el trabajo sucio al señor Zapakozy, éste decidió quitarle de enmedio. La generación de usted, que es la de Pablo Castellanos -éste sí es un socialista de verdad-, se conoce como la generación sí-si. Sí al Jefe y sí al cargo. Sí, bwana. Sí, mi cargo. Zapatero no quiere a su lado a titulares de esta quinta política. La sombra de Felipe le desagrada sobremanera.

 

Me queda una duda. No estoy seguro si usted consideró una patada en el culo, con perdón, el premio de la Cruz de Carlos III, con el que el Gobierno psoecialista, el suyo, le obsequió o si, en cambio, busca usted venganza con su apoyo a Gómez, por tan pomposo e inútil condecoración. Tenga en cuenta que la venganza se sirve en plato frio. ¿O no?

 

Un saludo.

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