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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MARRUECOS: DE LA TIRANÍA AL CONGOJO

En mi artículo del pasado 23-f, que titulé “Elegía obrera neofranquista”, del gran Gil de Biedma, reproduje el texto que ahora vuelvo a trasladarles: “Adelantaron/las lluvias, y el Gobierno,/reunido en consejo de ministros,/no se sabe si estudia a estas horas/el subsidio de paro/o el derecho al despido,/o si sencillamente,/ aislado en un océano,/se limita a esperar que la tormenta pase/y llegue el día, el día en que, por fin,/las cosas dejen de venir mal dadas”.



Los tristes versos no hablan sobre Zapatero. Se situaban en pleno franquismo, a un paso de la década prodigiosa de los sesenta. Sin embargo, los parecidos son tormentosos. La situación económica que vive España presenta coincidencias en la diversidad. La democracia, vergonzante a veces, pero democracia, que disfrutamos desde la muerte de Franco nada tiene que ver con la dictadura, infame, que soportamos durante décadas y que en aquellos años era especialmente aterradora. La situación económica, sí. Con las salvedades de medio siglo por medio, el Gobierno se apea del descanso agosteño porque el agosto lo han venido haciendo durante años a costa de los sufridos contribuyentes. Ayer se les decía que nada de crisis y hoy, que se equivocaron en las cuentas.



En política exterior, hablamos del tiempo. Del tiempo en que España era el vecino rico y poderosos y del tiempo en que Marruecos nos pone en un brete un día sí y otro también. El acoquinamiento de Zapatero respecto al país alahuita es de época. Lo de Peregil dejó marcado a más de uno. Lo del 11-M, ni les cuento. Lo del atentado mortal en la Casa de España en Casablanca, un aviso de lo por venir. Aminatu, un símbolo del desmadejamiento diplomático de un país soberano y democrático, rendido a los pies de una dictadura del siglo XXI. Qué no habrá que ocultar para llegar a estos extremos.



Marruecos se aprovecha del talante de ZP. No de su voluntad de diálogo. Tampoco de su búsqueda del entendimiento. En absoluto. Marruecos actúa del modo y manera que lo hacen los tiranos cuando el pueblo y los vecinos se acongojan y, por miedo insuperable o cobardía epidémica, prefieren mil amarillas que una roja. O o que es lo mismo, tragar sables antes que permitir una ofensa más. Una y mil Ofensas, las que quieran. La última, la de Melilla.



El sátrapa del sultanato que se extiende por la orilla sur del Mediterráneo acusa ahora a España de racismo. Toma ya. La muchachada de Mohamed, el gran líder amigo de ZP, ha denunciado el maltrato de los policías españoles hacia los marroquíes que se atreven a pasar la frontera de la “ocupada” Melilla. Maltrato. ¿Y España qué dice al respecto? Al respecto, pero al cabo de los días, Rubalcaba, la “araña negra”, se limita a negar. Con sumo cuidado y menor ruido, no sea que se nos enfade.



No se atreve el Gobierno rendido a protestar, con toda contundencia, por acusaciones tan graves hacia agentes de una policía democrática. Qué se va a atrever. Miedo el que tiene Moratinos y sus compañeros de Gobierno, reunidos o no en consejo de ministros, a molestar al hijo de Hassam. Respeto, poco, el que muestran hacia nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad. Vergüenza. La que unos tienen. La que uno siente.



Marruecos nos tiraniza porque nos acongoja. Nos acongoja porque nos sometemos al tirano. Qué habrá detrás que se nos oculta. Qué no sabremos.



Un saludo.

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