Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA TRAICIÓN

 

El presente va a ser un artículo muy breve. Cuando uno sufre en sus carnes la traición, el dolor agasaja a la tristeza y ésta ridiculiza a la sorpresa. Las declaraciones del venezolano Pérez Vivas, Gobernador de Táchira, han arrancado océanos de repugnancia a este articulista. El asco que origina la certeza de la felonía temida pero no cercana. La repulsión que provoca la constatación de la infidelidad más vomitiva.

 

Un delito. O una falta. Eso es la traición. El traidor, en cualquier caso, es la persona que quebranta la lealtad jurada. O prometida. El quebranto puede atentar contra la seguridad de la Patria, el honor de la Nación y la independencia del Estado.

 

Es traición arruinar la economía del país vendiendo falsos brotes verdes. Y lo es fomentar la desigualdad entre pueblos y hombres de España a fin de procurarse votos miserables. Y potenciar una deleznable tolerancia que, en realidad, oculta la muerte del respeto debido. Y llamar interrupción del embarazo a lo que es, en muchos casos, una muerte consentida por la ley. Y liberar a asesinos etarras con el pretexto de una falaz voluntad de reinserción social. Y permitir la elusión de impuestos merced a la torticera ignorancia del trabajo sumergido y del capital oculto en paraísos fiscales. Y subvencionar a organizaciones y a personas sin otro ánimo que el de captar prosélitos en forma de clientes paniaguados. Y atajar la norma constitucional para beneficiar, en provecho propio, a sus aliados más antipatriotas. Y ofrecer Navarra a ETA. Y desmembrar la organización territorial del Estado arguyendo motivos de rancios sentimientos históricos.

 

Traicionar es llamar Nueva Transición a lo que no es sino una venta fraudulenta y a plazos del país que se ha jurado, o prometido, salvaguardar.

 

Traidor es quien actúa de esa guisa. Cómplice de traición es quien calla, por miedo o por conveniencia, ante tamaño desmán.

 

Disgusta hasta la arcada la traición. Dios aborrece al pecado pero no al pecador. Uno se limita a odiar la traición y a manifestar su náusea ante el traidor.

 

A los que actúan contra los españoles y contra España, mi animadversión. A los que, para mayor deshonra, escudan su cobardía en la inocencia del pueblo, mi más expresiva sensación de grima.

 

En el imperio de la ley, los traidores tienen su castigo. Deben tenerlo.

 

Un saludo.

0 comentarios