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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ZAPACHÁVEZ, ANTIESPAÑOL

Zapatero ha sacado adelante la reforma laboral. Como decía el segundo de mis hijos, cuando muy pequeño, la “porqueriosa” reforma laboral que le ha impuesto la Intervención de la Unión Europea. Qué pena de presidente y qué angustia de secretario general psoecialista. Qué asco.

 

El triste triunfo reformador del mercado de trabajo es la exégesis de la miseria populista de un caudillo bananero que sólo se distingue del venezolano en la fachada. El bolivariano se reviste de lo que es y el carrillista se disfraza de San Isidoro de León. Ni uno es Bolívar, qué más quisiera, ni el otro es santo, qué argucias utiliza el diablo para engañar al común.

 

Con todo, la reforma laboral del antipatriota ZP hubiera sido imposible sin la ayuda ultrainteresada de dos de los más grandes enemigos que ha parido la democracia juvenil española. Esta cooperación se diseña en términos de abstención. No tienen valentía estos separatistas españoles para blandir el pendón del independentismo y se agazapan en la estela de necedad del zapaterismo para, al cabo, culpar a este movimiento sectario de todos los males que están causando la fragmentación sensible de esta España de nuestras cuitas. Urkullu, bajo Erkoreka, y Mas, tras Durán Lleida, no dicen sí ni no. Se limitan a callar. Saben que el valor de su silencio se mide en pasta y en tierras.

 

Etarras a la calle. Etarratuna, en Nanclares. Zapatero, en Moncloa. Rubalcaba, alentando multas. Bono, a la escapada. La niña, suspensa. León, hermosa. Blanco, haciendo terrorismo sectarista de su partido. Carod, forrándose. Montilla, como la hiena Pepa. ¿Y el pueblo?

 

El pueblo pinta menos cada día. Su voto tiene el valor de una milésima de segundo. Los recortes sociales amenazan la bolsa de los trabajadores. La panza mengua por momentos. La vida se encoge al ritmo de incremento del paro. La ciudadanía es víctima de la perfidia de un Gobierno atroz.

 

A la espera de mayores calamidades, los españoles nos inclinamos ante el empuje del fútbol y sucumbimos ante la propaganda nazi de la telebasura, del “futboltelevisado”, del "deporteatodashoras” y del “engañasiempreporsiempreyparasiempre”.

 

La verdad hará libres a algunos. La mayoría claudica ante el peso de su chantaje. El gran dictador lo representó, maravillosamente, Chaplin. El Charlot de hoy no tiene gracia. Más que expresar al dictado, suelta lo que le soplan. El  que se jactaba de ser el más grande defensor de los derechos sociales es, hoy, el máximo recortador de los mismos. La probatio diabólica de los juristas halla su sede en este político al que todo da igual con tal de no reconocer su ineptitud, su mala leche gubernamental y su enfermiza obsesión por seguir subido al caballo de Rocinante. Lo que ignora es que él confunde su libertad faraónica con la libertad de los oprimidos. Él vive cual faráon y se autopostula como siervo. A su muerte política, que la otra no se le desea, será embalsamado entre momias como Stalin o Ceausescu. Franco tenía fe en España. Su enterramiento será distinto. Y distante.

 

Algunos dictadores mueren en la cama. Otros, a saber. Unos tienen la fama. Otros cultivan la lana. ZapaChávez está entre unos y otros. Dictador ecléctico. Tirano inconfeso. Traidor irredento. Antipatriota generador de mártires. Zapachávez. Horreur.

 

Un saludo.

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