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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MÉNDEZ Y TOXO

Líderes sindicales. Guías de los trabajadores. Campeones del mundo del trabajo. Toxo y Méndez. Que ayer, dicen, cenaron en el Villamagna -sí, uno de los más lujosos hoteles del mundo-. No explican, a ciencia cierta, si después se tomaron, o no, unas copichuelas. Lo que sí parece acreditado es que, tras la frugal u opípara cena, cada uno subió a su coche oficial y los respectivos chóferes condujeron a no se sabe dónde a los abnegados obreros. Mucha barba y escasa corbata. Pero en el Villamagna. Casi ná.


Es el síndrome del socialismo en general y el epítome de la golfería política hispana. Visten la pana y viven el tafetán. Abanderan el obrerismo del siglo XXI estos descamisados de la demagogia más grosera. El Villamagna es el signo de la opulencia empresarial, de la burguesía más exclusiva. Allá van ellos.


Sufren del complejo de la sangre. Persiguen encaramarse al estamento aristocrático y no saben las monerías que hacen para conseguirlo. Es es vano. Cual la burguesía del Antiguo Régimen que vivía por y para alcanzar la nobleza privilegiada y, en ese afán, entregaban a sus vástagos herederos para sacar de la ruina al noble más empobrecido. Su riqueza es su cargo. Los comisionistas y ugetistas ascienden peldaños de la escalinata verticalizada para codearse con los odiados empresarios y con la patronal a la que tanto desprecian. Ellos, los representantes del obrero y del parado, no pueden establecer posada en cualquier establecimiento del camino. No. En el Villamagna. Ni se dejan tocar por síndicos que no sean los de clase. Sindicatos de clase. Sin estilo ni distinción, pero de clase. Dede clase obrera, no. De clase burguesa y empresarial.


En la cúspide de la pirámide social. Uno y otro. Constituyen la excelencia del trabajo. No en la mina. Ni en el mar. Ni en el campo. Ni en la hostelería. Ni en el taller. La excelencia del trabajo sindical reside en la cúpula de los dos grandes. Coche oficial y Villamagna. Igualico. Igualico que Marcelino Camacho o que Nicolás Redondo. La degeneración de un sistema se puede explicar en las imágenes de los dos almuédanos de la sindical departiendo en el Villamagna. Mientras, millones de parados se consumen en la penuria. Del mismo modo, millones de trabajadores penden de la espada afilada del despido libre. Entretanto, millones de pensionistas mueren poco a poco en la miseria de su escuálida paga mensual. Igualmente, miles de familias pierden la casa para la que hipotecaron sus vidas. Ellos, en el Villamagna. La élite hotelera para la cima laboral.


Dios los cría y ellos se juntan. Así va el país. Así está España. Regida en el Gobierno por un exponente destacado del mundo de los zangolotinos. Coaccionada por los sindicalistas de áticos dobles y de ética indefinible. Echan la culpa a la patronal, como si no supieran que el gran patrono es, hoy, su amigote del alma, Zapatero. Se cargan la moral y echan a perder los valores. El Diccionario dice que golfo es el deshonesto y que deshonesto es el que actúa en disconformidad con la razón o con las ideas recibidas por buenas, el grosero, el descortés o el indecoroso.


En este sentido, Toxo y Méndez me traen a la lengua, o al pensamiento, la definición empleada por los grandes de la Lingüística española. Éstos sí son grandes pero no creo que se puedan permitir el lujo del Villamagna ni del coche oficial con chófer. Aquéllos, sí. Pagamos nosotros, los ciudadanos. Subvenciona Zapatero. Con nuestros impuestos. Méndez y Toxo. Villamagna. Mécaschis.


Un saludo.

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