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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ALFONSO GUERRA, EL TRÁNSFUGA

 

Se mantiene Alfonso. Guerra prosigue en la vida política. Ha huido del comité ejecutivo y se esconde entre bambalinas ideológicas y doctrinarias. Su escapada tiene que ver con su cobardía. Después de la patada que le propinara Felipe González, no se ha atrevido a oponerse a Bamby Zapatero. Huye hacia atrás. Ni siquiera disimula su derrota. Agazapado en la trastienda, aparece de vez en cuando para presidir alguna comisioncita de compasión.


Sigue perteneciendo al Partido. Por supuesto. Dónde irá este Rasputín de vía estrecha fuera de la marca PSOE. A parte alguna. Sigue viviendo del pesebre socialista y se conforma picoteando ora aquí, ora allá. De alpiste para palomas se alimenta ahora el que fuera halcón perseguidor de un pichón feriado. Tránsfuga de ideas y tránsfuga de ideales. Ha estado el hombre en Nueva York. Con la actual titular de la vicepresidencia de la que él fue expulsado. Por su hermano Juan, no. Por su transfuguismo ético. Por su ceguera, mudez y sordera políticas, propias de los nepotes. No se enteró don Alfonso de las “mangalas” de sus hermanos. Qué ignorante siendo tan perspicaz.


No es tránsfuga de partido pero sí de ideologías, ideales y éticas. Incluso para ser tránsfuga de partido, hay que tener conciencia y liberalidad, galanura y sangre caliente. Él, no. Él no abandona el hogar paterno. Allí tiene su acogida vitalicia y en la casa del pueblo amasa la fortunita que nunca tendrá el prejubilado o el pensionista.


Alfonso defiende la Transición. Hombre, faltara más. Incluso dice, lejos de España, que la Constitución del consenso lo es por ser la Constitución de la renuncia. Sin embargo, el pepito grillo del psoecialismo neoconstituconal no matiza. No le interesa especificar. La renuncia fue la de los franquistas. Ellos seguían blandiendo el mango de la sartén. Los demócratas de nuevo cuño no renunciaron a privilegios. Al contrario, se subían por las paredes, contentos y alegres, al convencerse de que los partidarios del dictador desistían de sus propósitos continuistas. Carrillo, como unas castañuelas. Guerra, como una tuba carnavalera.


La memoria de estos personajes zarzueleros se conduce por los vericuetos del “medalagana”. Para Guerra, la Constitución fue un armisticio de la guerra cainita. O sea, don Alfonso, que no vivió la Guerra Civil, no depuso las armas hasta 1978, cuatro décadas más tarde. Pero hombre, don Alfonso, diga qué armas esgrimió usted a lo largo de su vida, salvo las de la dialéctica de lengua bífida en escenarios ignotos y recónditos. No sea que le vieran y se descubriese el alcance de su valentía. Qué cara.


En cuanto a los herederos del franquismo, no los sitúe en el PP. Aznar y Rajoy son más jóvenes que usted. Si le hago una lista de compañeros psoecialistas hijos del franquismo, comprobaría que es más extensa que la relación pepera. Mucho más extensa. Dónde va a parar. Doña De la Vega pertenece a la misma. Igual que el señor Jiménez Villarejo, el defensor de Garzón y el nuevo insultador oficial de la basca del artisteo. Franquistas hasta la médula. No mariposee más, hombre. Siga libando y yantando. Como suele. Disfrute de la vida, como hasta ahora. No se merece tanto goce, pero a nadie le deseo mal ni dolor ni tristeza ni amargura. Mas si le queda una migaja de justicia, denuncie a su jefe Zapatero. Millones de parados sufren la condena de haber confiado en un partido que ni es socialista, menos obrero y nada español. Sólo es partido. En el sentido de secta, banda, tropa. Alfonso, Alfonso. Y su “mienmano” Juan.


Un saludo.

 

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