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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL VACÍO ECONÓMICO

 

De manera reiterada, incluso a riesgo de ser un “pesao”, he venido señalando el alcance financiero y económico de esta crisis que, en palabras del señor Zapatero, sólo existió cuando sus meninges alcanzaron a comprender lo que una crisis es. Sus meninges y su soberbia. No sé si la pequeñez de las primeras es causa de la colosal dimensión de la segunda o, por el contrario, su vanidad desmesurada es la que ciega sus entendederas. Da igual. Lo cierto es que España se escurre boca abajo con velocidad de crucero y sin posibilidad de freno. Al menos, mientras quien desgobierna el país sea el que los españoles eligieron, por mayoría simple, en las dos últimas convocatorias electorales.


Nada que hacer. Con ZP, nada que hacer. Nada que rascar. El Gobierno es cautivo de un presidente convulso y narciso. Del mismo modo que el señor Rodríguez se halla en manos de unos sindicatos verticalizados en cuya cúpula se apoltronan esos grandes empresarios de la nada subvencionada que son Méndez y Toxo. El paro asciende al 20 por ciento. Uno de cada cinco españoles en edad de trabajar, no trabaja. Quiere encontrar un empleo. Misión imposible. Para los mayores de 45 años, ni el demiurgo es capaz de hacer el milagro. Para que la lotería toque, es preciso comprar el décimo. Los españoles no compramos el décimo. Sin embargo, nos tocó el gordo. El premio gordo del gobierno más inepto desde la camarilla que rodeó a Fernando VII. Qué cosa.


La Bolsa baja y baja. Muerte anunciada. Por más que se anime a la compra de productos financieros, se está engañando al consumidor. Nacer para morir. Invertir a la espera de un pelotazo singular es tarea tan improbable como que el PSOE convenza a su líder de la necesidad de anticipar las elecciones generales. Antes se cae España a trozos, desgajada como una naranja atomizada y autonómica. Antes se desintegra el país, que los psoecialistas de la ambición y de la avaricia suelten la presa. Antes la pobreza se extiende, como metástasis irreversible, por todo el tejido social, que la pandilla presidencial admita la gravedad del cáncer. Antes la sangre del cuerpo económico se desparrama a chorros, que un monosabio o un banderillero de la cuadrilla del torero leonés se agache y tapone el orificio por donde mana con abundancia el viscoso y rojo líquido.


A Grecia le sucede Portugal y, a la espera, la España zetapera. El vacío reina por doquier. El enemigo acecha a la población. Las instituciones están paralizadas. Mientras tanto, el cónclave civil se reúne no para reflexionar sobre un nuevo Papa laico que enderece la situación caótica, no, Se congregan en asamblea para hablar, primero, del sexo de los ángeles luciferinos y, segundo, de la injusticia que se está cometiendo con ese juez, Garzón, que tiene a más de uno pillado por los congojos. Vacío económico que subsigue a la nada moral. No cabe el uno sin la otra.


Una cosa sí les aseguro. De lo que está pasando en España no tiene la culpa Franco. Ni Fernando VII. Ni los Reyes Católicos. Ni Alfonso X el Sabio. Ni Abderramán I. Ni Recaredo. Tampoco los tres gatos que, a día de la fecha, son los falangistas ni los cuatro monos que se congregan en torno a las ideas anarquistas. Ni siquiera los artistazos de la ceja. Ni los paniaguados manirrotos de los dos grandes sindicatos. La culpa se halla en quien tiene competencia, capacidad y responsabilidad para ser imputable. ¿Que quién? Por favor, Zapatero. Zapatero con toda su cohorte de cómplices y cooperadores necesarios. No tengan la menor duda. Y no sospechen de otro. O de otros. Esto no es el 11-M. Hablamos de ZP. Nos espera el vacío. El abismo. Sálvese quien pueda.


Un saludo.

 

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