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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ANASAGASTI, SENADOR DE ESPAÑA

Lo es Anasagasti. El político vasco es, créanlo, senador de España. Miembro del Partido Nacionalista Vasco, Anasagasti constituye uno de los ejemplos más lamentables de la cobardía política. Otra cosa no sé, pero la de ofender la figura del Rey de España, -de España-, es uno de los rasgos más notorios de su actividad parlamentaria. El problema es que, en vez de utilizar el medio senatorial ad hoc, prefiere visitar las tertulias mediáticas que, a falta de otras motivaciones más serias, prefieren practicar el juego de la diana antimonárquica. Leña al mono. Castañazo al rey. Al rey de España.


Anasagasti es un virtuoso de esta modalidad audiovisual. Le importa un bledo la situación de su país, España. Hace como si peleara hasta la extenuación por su región, Euskadi. Perfecciona sus dotes de equilibrista capaz de perpetuarse como un clásico del triple salto mortal. Del País Vasco a Madrid y de Madrid a la capital de España para no tener que retornar a la Bella Easo que le adoptó. Iñaki. Ignacio. La educación marianista que recibió en su infancia o en su adolescencia apenas hizo mella en él. Al menos en lo que al respeto hacia los demás atañe. Especialmente en lo que a Don Juan Carlos I se refiere. Campeón mundial en tiro al rey. Cada uno de los dardos envenenados que dirige al Jefe del Estado español da en el blanco. En el blanco de la maldad del tirador, en el centro de la malicia del jugador de pub, en la línea de flotación de la credibilidad del sexagenario señor que de la política hizo profesión y del fomento juancarlófobo, afición remunerada. Iñaki, Iñaki.


Casi 20 años de portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados no han hecho madurar al señor Anasagasti. A medida que la edad le pasa factura y los suyos le relegan a puestos de acompañamiento, don Ignacio reclama el protagonismo que se le escurre entre los dedos. Quiero más, dice el peneuvista. En virtud de este objetivo, el vasco nacido en Venezuela -sí el país en el que dicta Chávez- no duda en calificar a los miembros de la familia real como “pandilla de vagos", ni en tacharlos de "impresentables". Formidable el valor que demuestra el señor Anasagasti. Estoy seguro de que posee pantalones para decir lo mismo de algún reputado dirigente de los militares etarras. ¿O no se atrevería?


Su filia democrática es incuestionable. Eso sí, con una precisión. Anasagasti ama la democracia aristocrática que preconizaba Sabino Arana. El demos ateniense no vale. Sí el demos oligárquico de la raza. Los maketos no cuentan. Salvo para dar su voto cautivo a los señores de la mesa más refinada de Arzac o de Berasategui. El que Patxi López -por favor, López- haya accedido a la Lehendakaritza es más de lo que su estómago puede digerir. Le asquea la democracia española. El hombre siente repugnancia por el españolismo y, tocado con la soberbia del señoritismo andaluz más abertzale, ratifica su radicalismo patriótico vasco.


La xenofobia andante, o parlante, del senador español se manifiesta cuando menos lo espera. Así, no duda en referir del maketo López que es el Obama de Portugalete. No ha matizado si lo dice porque Barack es norteamericano o por ser de raza negra. Negra y esclava. Debiera sacarnos de duda.


Anasagasti. Acaso el hombre sea pobre. Sin embargo, me da toda la impresión, -ojo, impresión-, de que es un pobre hombre. Siga en su lucha, don Ignacio. Continúe. No se frustre, hombre. No le sobrevenga una depresión y atribuya la causa al Rey de España. De España.


Un saludo.

 

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