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Francisco Velasco. Abogado e historiador

VÍSPERA DE LA INFAMIA

 

 

 La víspera del 11 de marzo de 2004. Tentudía. Badajoz. Detén el día. Que no llegue la noche. Que no venga la madrugada. Que el miedo se cierne sobre España. Que millones de personas no quieren sufrir el revés del terror. Que el tiempo se encripte y el reloj sujete sus agujas. Que el túnel de las horas aquiete el caballo inexorable del alba.

 

España es una fiesta. Las elecciones generales gritan su cercanía. La prensa se hace eco de mil y un sucesos. La jornada de reflexión aguarda el final de los mítines. En la cola, esperando el desenlace del alboroto político, los preparativos falleros agregan color y calor. Bulle la vida y se anima la gente. La primavera se despereza de su parto anual y anuncia su inminente irrupción en escena. Naturaleza soberana que aflora tras la cremá. Del fuego purificador al sol que nace de las cenizas.

 

Ahí se queda. El 10  de marzo no cede su sitio en el calendario. Ni una. No pasa ni una jornada más. 10 de marzo eterno. Que no quiere muertes. Que repele los dolores. Que no se lava la sangre. Que aborte el monstruo que no habría de venir. Que la belleza no deje paso a la miseria de los malditos. Que se hunda en el infierno el can Cervero. Sí no. No y sí. Deshojen la margarita. Me quiere. No me quiere.

 

Disfruten la víspera. Señoras y señores. Gócenla. Con todas sus fuerzas. Como si fuera lo último que hagan en su vida. El día final de una existencia. Pero no saben que es el bien postrero. Ni tienen idea del mal que se puede avecinar. Alegría que se enseñorea. No piensen en la tristeza. Hoy, no. El mañana está lejos. A millones de ínfimas unidades del señor de Cronos. Muy lejos. Que no llegue ese mañana, no sea que tiña de luto la fiesta. Lean la prensa de hoy. La de hoy. Duerman el tesoro de la felicidad hodierna. Sujeten el presente. Agárrenlo que en él nos va la vida. La vida. La muerte.

 

No se detuvo, Señor, el día. La muerte nos aprisionó, traidora. A los que tienen fe, llanto y esperanza. A los que les abandonó, desesperación y lágrimas de cólera. El día de la bestia apareció. Leviatán insensible. “Se muestra feroz si lo despiertas; nadie puede resistir su semblante (…) Cuando él se levanta, tienen miedo los fuertes” (Libro de Job). Silencio. A los que sepan rezar, plegarias les pido. Por los muertos y por los vivos. Rezos. Pero no olvidos. Aunque duela, no olviden al monstruo que anida en nuestra desmemoria. Oraciones.

 

Un saludo.

 

 

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