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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CORRUPCIÓN EN SEVILLAMERCA

 

 La corrupción psoecialista es imparable. Se corrompen los valores y, a partir de ahí, los espíritus. ¿Qué queda de los cien años de honradez que llevaba como estandarte la muchachada de Felipe y Chaves? Ni la tortilla. Se la comieron. Con ella, se tragaron los sapos y culebras del arribismo, de la conveniencia interesada, del "mecalloquenosalgoenlafoto". Los intereses creados, que titulara Jacinto Benavente, toman razón de ser en el espacio generacional del siglo XXI. Los crispines y los leandros crecen como mala hierba en el reino mercasevillano de las malas artes.

 Con toda la gracia de Sevilla, y dejan el abasto en manos de estos pícaros del tardobarroco de las vanguardias. Murillo y Velázquez retrataron personajes de leyenda en una ciudad de nobles, bravucones, malandrines, hetairas, curas y mendigos. La genialidad de los pintores dulcificaba la dureza de aquellas vidas. Al cabo, pinturas, retratos, paisajes. Hoy, no. Hoy la imagen florece en las portadas de la prensa diaria y en los entresijos de las revistas de opinión.

 Monteseirín tendrá algo que ver. Pero Sevilla no es Fuenteovejuna. A una sólo van los que ponen el cazo. Abren la mano, la cierran y cosen la boca. Ni pío. Omertá. Chaves qué va a decir con su Matsa de cabecera. ¿Y Griñán? Griñán se estremece cuando escucha las pisadas de Pizarro. Griñán sabe más que Briján. De Andalucía la Bella hace su torre albarrana el presidente sin principio anunciado pero con final advertido. La torre almohade del oro se dedica a otros menesteres. No se encierran ya los caudales americanos. Sí las mangonetas de la corrupción, los sirimiris de los cursos de formación y las pañoletas de bordones con tentáculos. Crispín y Leandro aquí nacieron, de aquí volaron y aquí volvieron.

 Dinero negro mercasevillano. Ni que decir tiene que los tres mosquepsoeros se enteraron por la prensa. D´Artagnan Guerra, menos. El rey Felipe, equis. El bambi, aprendiendo inglés en Davos. Dinero negro y miladys. Muchas señoritas con y sin flor de lis tatuada. Da lo mismo que lo mismo da. Yo cohecho y tú condonas. La historia se repite. Pero ellos son inocentes. Lo juro por los muertos de Satán que somos inocentes, dice el curita mientras los otros le jalean.

 ¿Y la fiscalía? Rumores, ¿Y los jueces? Parole. ¿Y el Parlamento? Lamento. ¿Y la prensa? Presa. ¿Ninguna es libre? Alguna se la juega. Mercasevilla de Crispín y Leandro. Una más en la frente. Y van... Que no vengan Murillos ni Velázquez a llenar de arte el estercolero. Que no vengan. Basta con el fotógrafo que capta el frontal y el perfil y el tipógrafo que llena de tinta a los que tocan el piano. Arte, de verdad. Artistas, de altura. Crispines y leandros, de Benavente. El resto, a su sitio. ¿La pocilga? Más o menos.

 Un saludo.

 

 

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