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Francisco Velasco. Abogado e historiador

FISCALES DEL FAISÁN

 

Las últimas revelaciones del periódico EL MUNDO sobre el chivatazo a ETA ponen de manifiesto una realidad que asusta. Asusta y aterroriza. Chivato es quien descubre algo oculto y por lo común reprochable. La policía utiliza, en el argot, a sus confidentes con la intención de seguir pistas y evitar posibles delitos. Se les llama soplones. Entre otros submundos, proceden del de los bajos fondos.  Hampa. Se podrá cuestionar la moralidad del acto. Incluso si los medios justifican el fin. Un fin, en este caso, plausible y digno de alabanza. Es la seguridad pública lo que, en definitiva, se pretende.


 Otra cosa es que el chivato sea un policía y se valga de esa condición y de la información que, en su virtud, posee, para cometer un delito. No para impedirlo. Para perpetrarlo. Elemento distorsionador es que, para mayor desvergüenza, la delación ponga en jaque la estrategia antidelictiva de jueces y la eficacia de las fuerzas de seguridad. El colmo de la jugada es que la intención del "chivo" sea sobreavisar a una banda de criminales terroristas. Y el no va más es que en esta indecente actuación policial intervenga, como mano que mece la cuna, un personaje del más alto rango político. Quién da más.

 Los antecedentes circunstanciados pudieran insertarse en una novela de Conan Doyle. Sin embargo, parecen ajustarse a una realidad cercana y noticiable como la del bar Faisán. Parecen. Una vez más, la ficción es superada por la realidad. ¿A dónde quiere llegar, articulista? Disculpe. En el contexto referido, el fiscal encargado de la investigación pidió que se archivara el caso. El fiscal. El artículo 3.1. de la Ley 50/1981, que regula su Estatuto Orgánico, explicita, entre sus funciones, la de "velar por que la función jurisdiccional se ejerza eficazmente conforme a las leyes y en los plazos y términos en ellas señalados, ejercitando, en su caso, las acciones, recursos y actuaciones pertinentes". Desconoce este relator las actuaciones del fiscal del caso Faisán. Lo que sí sabe es que consideró que la "hipótesis policial resulta inhábil para mantener una tesis acusatoria". Palmetazo para los investigadores encargados del caso. Puñetazo en su prestigio profesional. El Fiscal pide el archivo. Toma del frasco, carrasco.

 El Mundo ha vuelto a dar un soberano ejemplo de esa asignatura tan difícil que es el periodismo de investigación. Las últimas noticias publicadas por este diario ponen de relieve que las pruebas son clamorosas. Una de dos. O El Mundo posee una excepcional red de pesquisas que ridiculiza los costosos medios humanos y materiales del Estado, o el Estado no ha desplegado -por las razones que cada uno pueda maliciarse- los extraordinarios recursos de que dispone. Uno piensa que, cuanto menos, el fiscal demandante del archivo se ha precipitado. Es Fiscal del Estado, ojo. Del Gobierno no es fiscal. Algunos pensarán que es lo mismo, pero de eso, nada. Otros defenderán conjeturas diversas y dispares. Algún avisado comentará que, oh casualidad, este fiscal es el mismo que intervino en el juicio del 11-M.

 Los pensamientos son libres. La expresión, también, pero sujeta a requisitos anti-injuria y dispositivos contra-calumnia. Derecho al honor. Las pruebas ponen a cada uno en su sitio. Ahora bien: si servidor fuera el fiscal peticionario del archivo del Faisán, se dedicaría a otros menesteres. El ridículo me obligaría a dejar esta bendita profesión. Profesión. Ridículo. Estado. Derecho. Honor. Faisán.

 Un saludo.

 

 

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