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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MEMORIA HISTÓRICA

 "Españolito que vienes/al mundo te guarde Dios./Una de las dos Españas/ha de helarte el corazón". (A. Machado).

 Algunos historiadores cerraron la Transición de manera anticipada. No ha terminado. El período histórico que se abrió a la muerte de Franco estuvo presidido por la voluntad de consenso del pueblo. Fíjense: voluntad de entendimiento generalizado. Los españoles consideramos necesario cerrar un capítulo de nuestra vida. Ojo: no de nuestra historia, sino de nuestra vida. La guerra civil había engendrado un monstruo de odio y de muerte. O de muerte y de odio. Podía formar parte de la historia, pero sigue presente en nuestras vidas. Su presencia no es fantasmal. Es corpórea. ¿Por qué? Muy sencillo, porque algunos, en vez de aventar el espíritu bélico, actualizan el ánimo revanchista.

 La revancha comporta desquite. El desquite arrastra venganza. La venganza atiza el fuego del rencor. Y el rencor aviva la mala sangre. Mala sangre que persigue la revancha. Se ha formado el bucle del desamor. Se ha completado el círculo vicioso del odio más cainita. Intereses bastardos insuflan maldades nuevas para ensanchar la pira. Detrás de estos movimientos desestabilizadores no se encuentra la derecha. En absoluto. ¿Entonces?

 No tengan duda. Es la izquierda. No la izquierda de convicciones rotundas, de limpia mano y de intachable recorrido. No. Esa izquierda era, y es, admirable. Es otra que se hace pasar por izquierda. Es la izquierda extrema que ambiciona poder y dinero. Es la extrema izquierda que mece la cuna del desencuentro. Es la izquierda vergonzante que, ahora, pretende la ruptura que no fue, en vez de la comprensión que sí floreció. Es la izquierda falsa que, hoy, provoca, bravuconea, hostiga, pincha y fanfarronea. La izquierda barrigona y estomagante, árida de ideología y ávida de mando. La izquierda que no deja sitio para el apaciguamiento ni lugar para el sosiego, la serenidad y el diálogo. La izquierda que sólo cobija a la ofensa, al enojo y a la afrenta.

 Esa izquierda ha convertido a Lorca en icono de controversia. Al poeta en Nueva York lo utiliza como portador de alfacas asesinas. Al sensible autor de Doña Rosita la Soltera, lo disfraza de talibán desquiciado. Desenterrar su cadáver. No se trata de darle la sepultura que debiera. No. Se quiere abrir la fosa de la abominación y del aborrecimiento. La izquierda mala, preñada de ideas satánicas. La izquierda hija de padres muy de derechas. La izquierda charnega y maketa que implora el perdón por su pasado franquista. Izquierda como la de Bermejo, de La Vega, de Zapatero, que esconde a sus ancestros de derechas. La izquierda conversa de la derecha que se convierte en Torquemada sanguinario. La izquierda cobarde que no promueve la república y no demanda la ruptura del Estado español por la vía legal. Por la vía legal, no se atreve esta izquierda de cartón piedra. Es la izquierda desmemoriada que no sabe leer para no avergonzarse de las palabras escritas. Es la izquierda cruel que llama a la ignorancia memoria y denomina historia al dolor presente de heridas no cicatrizadas.

 Mi repulsa a quienes utilizan a la izquierda para saciar su sed de sangre. Dejen secar las llagas. Que la guerra civil sea, para siempre, historia. Historia, sí. Vida, no. No jueguen con la memoria. Es triste mofarse de la memoria. Es penosa la desmemoria malintencionada. Izquierda de la subvención. Izquierda de la limosna. Izquierda lacaya. Déjennos vivir en paz con nuestros muertos. Y con nuestros vivos.

  Un saludo.

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