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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LOS AMOS DE ODIEL INFORMACIÓN

 Confieso mi adicción por la lectura en general. Admito mi afición a la lectura matinal de la prensa (escrita y digital) española, europea e incluso norteamericana. Procuro hacerlo diariamente. Esta pasión se ha convertido en necesidad y de la virtud he hecho penitencia autoimpuesta cuando me obligo a la lectura de determinados periódicos. Me fascina el papel que los medios juegan en nuestra sociedad. El derecho constitucional a la información es fundamental en un Estado donde la ley impera. Constituye la prensa bandera enhiesta de libertad. La libertad y la honradez conforman dos valores impagables. El tantas veces denostado Largo Caballero entendió tarde que la honradez sin libertad comporta tiranía y dictadura. Del mismo modo que la libertad réproba desemboca en mares polutos.

 Mi reflexión se detiene en la actuación de Odiel Información. Después del seguimiento continuado de la línea editorial de este periódico, -el Odiel franquista fue toda una institución en la Huelva desarrollista, que nunca alcanzó el grado de subjetividad y tendenciosidad de su homónimo de hoy-, uno llega a una conclusión: desarrolla un estilo informativo que bebe en los manatiales de la propaganda de Goebbels. Nada digo sobre los profesionales que en Odiel son/están.. Me refiero a la línea editorial impuesta por quien dirige el medio. En este contexto, me referiré a dos ejemplos concretos, de rabiosa actualidad, que fundamentan cuanto digo. Algún día profundizaré sobre ellos y ampliaré el cúmulo de argumentos. En esta ocasión, me limitaré a una exposición epidérmica.

 En primer lugar, el apoyo de la dirección del periódico a la construcción del Oleoducto Balboa. La respuesta negativa de los grupos ecologistas y de la ciudadanía no arredra al director. En absoluto. Su defensa del proyecto es numantina, fanática, incontestable. Lo cual es comprensible y admisible en tanto ejercita su derecho a la libertad de expresión y de opinión. Hasta ahí, chapeau. Pero el sombrerazo se torna de papel manchado -y no de fieltro ni de lona, o de terciopelo- cuando se sabe que el máximo accionista de la empresa que edita Odiel es Alfonso Gallardo, dueño del Grupo industrial extremeño que lleva su apellido y promotor del precitado conducto petrolífero. Ahí la objetividad se destripa.

 En segundo lugar, la significada actuación del señor Siles, responsable directivo del medio, en el tema del Consorcio de Bomberos. Los ataques reiterados a estos trabajadores de la Diputación de Huelva carecen de sentido común, de sensatez, de fundamentación. La opinión del periódico se dibuja como una sarta de mentiras o de medias verdades o de falsedades tendentes a descalificar a los sufridos y valientes bomberos de Huelva. Nada de lo que he leído en Odiel sobre este tema se pone en pie. El derecho constitucional es a la información, pero no a la desinformación ni a la manipulación. Que el director de Odiel defienda a la Diputación que preside la socialista Petronila Guerrero, me parece muy bien. Pero que aporte pruebas. Una sola prueba de que su defensa es desinteresada y objetiva. No hay pruebas. Sólo proclamas y soflamas de culto a la líder. Claro que si la presidenta de la Diputación subvenciona tan larga y millonariamente al periódico, la imparcialidad que se le supone salta hecha añicos.

 El sensacionalismo en prensa es un mal camino. Resta credibilidad al medio. Un periódico no debe ser un panfleto. Los lectores acaban dando la espalda. Los publicitantes terminan huyendo. Los ingresos disminuyen de forma alarmante. Las subvenciones tienen su límite ético y legal. Los puestos de los trabajadores del periódico se hallarían en peligro. La codicia y la ambición de algunos puede acarrear la ruina de muchos. Mal. Muy mal. Urge un cambio. Urge.

 Un saludo.

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