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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LAS AGUAS FECALES DE LA FISCALÍA

LAS AGUAS FECALES DE LA FISCALÍA
 Las declaraciones del sr. Conde Pumpido, Fiscal General del Estado, en torno a la ausencia de cooperación de la Policía, me han  parecido de una gravedad extrema. Y dichas por tan máximo representante del Ministerio Fiscal de España, las consecuencias son especialmente preocupantes en tanto en nuestro país, el Fiscal General es designado por el Gobierno, en este caso, por el Gobierno de Zapatero.
 Pero, ¿qué le ha picado al sr. Conde Pumpido, quien defendía antaño la mácula en la toga, que, más tarde, a conveniencia de la coyuntura gubernamental, decía que había que sacudirse de la toga el polvo del camino, y que ahora se deja caer con tamaño disparate hacia estos excelentes servidores públicos? Zig-zag-zig-zag. -Pero ¿y la legalidad?, me comentan algunos. Les contesto que el Ministerio Público tiene por misión promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público. Claro, que con este zigzagueo, uno tiene la impresión de que Pumpido ya no sabe si se debe al Estado, al Gobierno o al Partido del Gobierno, porque el interés general es el de todos, no el de los psoecialistas, porque los derechos de los ciudadanos incluyen los derechos de los policías y porque la ley es la misma para todos y no está sujeta a los cambios de humor de Zapatero ni de los suyos. ¿Qué le pasa a Pumpido? Este articulista se alarma por el proceder de este hombre que es, ni más ni menos, el que debe velar por la independencia de los tribunales, el que ha de ejercer sus funciones conforme a los principios de dependencia jerárquica (¿también los fiscales zigzaguearán a su ritmo?), de unidad de actuación (¿todos los fiscales deberán, pues, moverse al mismo tiempo, procurar una toga inmaculada a la vez, y como en un ballet, sacudirla con brío para que ni una mota de polvo quede?), de legalidad (si Pumpido entiende que la policía incumple su obligación, ¿no debiera denunciar a los responsables conforme a la Constitución y al Ordenamiento?; si él no lo hace, ¿la coreografía fiscal, tampoco?) y de la imparcialidad (si acusa de parcial a la policía, ¿debería mostrarse objetivo a la hora de demandarla con igual rigor que si calificara de parcial a los jueces?; en su defecto, ¿tampoco los demás fiscales?).  En situaciones como ésta, uno trae a colación las palabras de Pacheco, el que fuera alcalde de Jerez: "la justicia es un cachondeo".
 Pero bueno, Paco, algo habrá hecho la policía para que Pumpido se manifieste de esta manera. ¡Qué va a hacer, hombre, qué va a hacer! ¿cómo es posible que todo un Fiscal General cometa el error de meter en el mismo saco de responsabilidad, si la hubiere, a más de 60.000 policías? Y si Pumpido conoce a policías responsables de incumplir sus funciones, que se deje de declaraciones públicas e interponga la querella pertinente, e individualizada, contra ellos, pero que no ponga en solfa la dignidad, la profesionalidad y la honradez de todo un corporativo que se está dejando la vida en su difícil oficio.
 No hay mejor defensa que un buen ataque, aseguran algunos estrategas de la milicia, de la política y del deporte, entre otras actividades. Así es casi siempre. En cuyo caso, habría que proyectar esta afirmación a una voluntad de Pumpido de atacar a la policía para defenderse de algo o de alguien. No lo sabemos, pero sí es evidente que ha callado como un muerto cuando Rubalcaba, De la Vega o Velázquez han refutado sus palabras. Con este silencio, pone de relieve que su gallardía se limita para con los más débiles y que sus palabras son tan infundadas como su actuación. ¿Y la policía, se va a defender atacando? Mis noticias avanzan en ese sentido, como lo testimonia el comunicado conjunto emitido por los cuatro grandes sindicatos policiales que acusan a Pumpido de atribuir a 61.000 funcionarios un comportamiento delictivo, de hacerlo con el agravante de publicidad y en función de su cargo, de manera injustificada, temeraria y desleal, especialmente en una materia tan sensible como es la lucha antiterrorista. De no producirse en este sentido, la propia policía cavaría su propia tumba, al admitir con su silencio la acusación.
 ¿Los mandos profesionales, no los políticos, de la policía han salido a la palestra para defender a sus subordinados jerárquicos? Mis fuentes me aseguran que no, pero su mudez les hace cómplices y la mirada hacia otro lado implica dar cobertura a un ataque injusto e irresponsable y contribuir a desacreditar al Cuerpo.

  Un problema se subsigue: el de la profesionalidad de los responsables policiales. Cierto es que la Ley contempla el instituto de la libre designación, pero no menos cierto es que matiza su excepcionalidad y su provisionalidad. Hoy día, en Educación, en Sanidad, en Defensa, en Seguridad, etc., la libre designación se está convirtiendo en la regla. ¿Y se designa a los mejores funcionarios? Por favor. Ni hablar. Se designa a los secuaces, a los conmilitones, a los pelotilleros, a los dóciles, ciegos, sordos, mudos que sólo obedecen la voz de su amo. La voz de su amo. Pero ¿no éramos iguales y libres en una democracia? Miren, la democracia es el PSOE y el PSOE es la democracia. Si Zapatero es un deócrata, hombre. -Querrá usted decir demócrata. He dicho lo que he dicho, deócrata o teócrata, aunque su dios no es otro que él mismo. Por eso, en política, los ateos somos cada vez más numerosos.

 Un saludo.

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